Estuve desconectada por mucho tiempo.
Disculpen por ello, es que leí en un blog que no es necesario estar
constantemente escribiendo en tu blog y me lo tomé demasiado en serio…También
es porque anduve enfocada en varios temas que me alejaron de escribir, pero ya
no puedo aguantarme más sin opinar sobre el tema deportivo en Panamá…
Lo que ayer fuera un elefante en medio del
salón, hoy es un circo futbolístico que nos está indigestando. La Copa Oro
perdió su brillo ante el mundo y la selección panameña de futbol se catapultó
ante el foro mundial de la opinión pública, ondeando un enorme estandarte de
dignidad. Cierto. Y hoy, los niños y niñas de este país donan sus pocos centavos,
para que una selección con mucho brío pueda pagar las consecuencias de su visible
disconformidad ante la “injusticia” foránea.
Me pregunto dónde está el brío y el ímpetu
a la hora de defender el deporte nacional de los propios panameños.
Somos gritones y nos indignamos mucho
cuando son los de afuera quienes nos tratan injustamente, pero ¿qué hacemos cuando la
falla está dentro de nuestra propia casa? Señores, ¿dónde queda Panamá en todo
esto?
La mayoría de los panameños que practican
deporte y representan al país en competencias internacionales carecen del apoyo
del Estado. Son sus familiares más allegados quienes piden dinero prestado para
poder financiar las competencias de sus parientes deportistas. ¿Apuestan a su
futuro? No, apuestan a su felicidad, sin garantía alguna para el futuro.
Apuestan a su presente, a su necesidad de hoy, porque quien debiera hacerlo no
lo ha hecho en cien años.
Y en ninguno de esos casos hablamos de
fútbol, amigos, porque debemos hablar de beis, de flag, de artes marciales, de atletismo,
de baloncesto, de tenis o de natación, entre tantos otros… ¿a quién le importan esos
muchachos (que son el futuro del país) más allá de sus compañeros, entrenadores
y familias?
La proyección y fuerza competitiva de un país
se mide en base a la inversión que realiza en su deporte (en TODO su deporte),
con infraestructuras que permitan a los jóvenes prepararse para ser campeones, financiando
su preparación su atención médica y sus viajes.
Si nos olvidamos de las potencias
petroleras de medio oriente, el resto de países con fuerza comercial y
competitividad real tienen el deporte como un denominador común. El gran dragón
lo tiene clarísimo, pero Brasil, Chile, Alemania, Rusia, Estados Unidos, Canadá, Japón, no se quedan
atrás… Eso es porque saben que el deporte de alto rendimiento aporta valores,
disciplina, salud mental y física, lo que finalmente lleva al país a ganar en
todo, todo, todo: mejores negocios, mayor popularidad ante el mundo que genere simpatía
hacia sus marcas, competitividad productiva genere ingresos y, por supuesto, contribuye
a un incremento del consumo propio y de la inversión local y extranjera… Si,
señores, todo eso hace una inversión inteligente en deporte nacional, todo eso.
Pero en Panamá no se invierte en deporte. Tampoco
en Cultura. Se llevan décadas dejando morir la educación, la sanidad y los
servicios públicos y hoy, finalmente, nos lamentamos de entrar en una
desaceleración del crecimiento económico. Amigos, lo contrario a eso, sería un
fenómeno paranormal.
Si la actual administración desea de veras
darle un giro a este asunto -los honores y regalías que le dio a selección de
futbol a su llegada tras los lamentables sucesos en la Copa Oro, son una luz al
final del túnel para una optimista incorregible como yo- en ese caso podría
comenzar con:
1-
Creación de Ministerio de
Deportes (elevar a Pandeportes a Ministerio) y Ministerio de Cultura (elevar el
INAC a Ministerio). Con ello se coloca estos dos rubros, más vitales de lo que
muchos creen, en la mesa del Consejo de Gabinete y sus proyectos se elevan a
nivel de Estado
2-
Creación de Centros de Alto Rendimiento
Deportivo Multidisciplinar
3-
Creación de Becas deportivas
para estimular la calidad de desempeño deportiva a la par que el joven se forma
en sus estudios sin necesidad de tener que sacrificar ni mermar ninguna de las
dos áreas de formación
4-
Revisión y Plan Maestro de
reforma integral de canchas, polideportivos Nacionales, Piscinas y Estadios.
De ahí podríamos seguir con los detalles de
los planes de trabajo, pero la idea en
general creo que queda clara.
Simplemente, Panamá no tiene futuro si no
se invierte urgentemente en Cultura y Deporte. Estos dos rubros inciden
directamente en Educación, Valores, Salud, Consumo, Optimismo social,… Por
supuesto que los planes anunciados de mejora de los servicios de salud y de la
educación pública de este país deben ir de la mano.
¿Quién dijo que administrar un Estado sería
sencillo? Demasiadas décadas de mala gestión y merma educativa dejaron un
lastre pesado, pero combatir sus flagelos, con acciones asertivas no es
imposible y ya no depende de lo sucedido hasta hoy, sino de lo que hoy se haga.
Nunca lo “fácil” resultó divertido. Y hoy,
como país, admitámoslo, estamos en la cuerda floja, en un momento clave, que
puede ser ese punto de inflexión que se esperaba hace años atrás.
Dependerá de la voluntad real -a día de hoy-
de colocar a Panamá entre los mejores países del mundo: con la mayor tasa de
felicidad, con la menor tasa de inseguridad, con cero desnutrición infantil,
con el mejor sistema de salud pública de América, con el mayor nivel educativo
del Continente y con un mínimo de diez disciplinas deportivas aportando glorias
constantes al país. Todo eso es factible y aunque usted no lo crea, solo es
solo Cuestión de Actitud.