viernes, 16 de enero de 2015

DE LA FALTA DE RESPONSABILIDAD Y OTRAS TRADICIONES


A diario se oyen críticas sobre los defectos de actitud a nivel social, laboral y familiar que, según parece,  definen el carácter general en nuestras tan latinas latitudes.

 
Resulta especialmente triste, que las gotas más ácidas en una charla las vierta alguien autóctono del país criticado. Un gesto que se podría percibir como una demostración de “auto-crítica”, lo que no deja de ser un rasgo admirable, del que todos deberíamos tratar de gozar, pero sospecho que con frecuencia se trata de un reflejo de la honestidad del conformista (o conformado) ante una fatalidad, lo cual me resulta un rasgo algo desalentador. Podría incluso ser algo peor.
 

En la República de Panamá, por ejemplo, es habitual escuchar de la propia voz de un panameño las más duras críticas sobre la cultura de este hermoso país, con frases como “qué desastre, así es el panameño” (hablando de la propia cultura en tercera persona)  o “es horrible, pero así somos en Panamá” (en este caso,  con  menos miedo a identificarse con lo observado). Una postura generalizada entre los sectores más profesionales en el sorprendente país que “Une al Mundo”.

Es correcto afirmar que, bien lejos de lo que pudiera parecer a un observador externo, no todos los que tienen esta visión fatalista eluden sus responsabilidades,  sino que muchos practican la observancia consecuente, quizás como como terapia de resistencia a los males del entorno. Pero tampoco podemos negar que,  además de este selecto colectivo, hallaremos a más de dos y más de tres que se “hamaquean” en estos argumentos, solo para justificar sus propias faltas. Para éstos, se trata de cubrirse con manto de hipocresía, para enmascarar lo que de veras los define: pura “lisura”;  o en un castellano más universal, mera desfachatez.

Veamos, no podemos generalizar, al menos no en exceso. Hay casos  y “cosas”…
Hay una serie de licencias “locales” que, si bien para quienes acaban de llegar de otros lares pueden ser motivo de desesperación, desconcierto e incluso indignación, creo que  deberíamos aceptarlas  y respetarlas:
Por ejemplo, hallamos esas “concesiones” de "calendario" que afectan el ritmo operativo del país, cuya finalidad real es la de preservar homenajes, festividades y tradiciones culturales, pero debido a cómo afectan el calendario laboral, especialmente en Panamá,  resultan un verdadero veneno para la continuidad de proyectos. Algunos de estos “parones” en el calendario anual, pueden llevar consecuencias devastadoras para la eficiencia y la competitividad,  llegando incluso a imposibilitar la realización de algo que ya se había acordado.

Y si bien incluso a mí me resultaba un verdadero fastidio hace unos años atrás, con el tiempo aprendí  que esto es parte de la energía que preserva valores esenciales y diferenciadores, así que descubrí que en realidad, contra todo pronóstico, es algo positivo.

¿No es maravilloso que el pasar de  los años nos pueda tornar más pacientes, flexibles, tolerantes y  reflexivos?… es cuando miramos atrás y vemos nuestro “yo anterior” con cierta compasión, porque lo tan equivocado y lleno de estúpida inmadurez que estaba.

Siguiendo con esas concesiones que a día de hoy me siento lista para aceptar, debemos traer a colación la más frecuente de ellas… Esa tendencia inevitable de la falta de previsión del uso del tiempo personal,  que lleva inexorablemente a tantos y tantas a perder horas de su valioso tiempo libre realizando largas filas en bancos…  En estos casos, cuando solamente se fastidia el autor de su falta de previsión, hasta cierto punto,  es aceptable. Dicho de otro modo, ¿Quién soy yo para juzgar como desean las personas emplear su tiempo libre?

Pero por más que trepe mi consciencia a un plano más espiritual y me llene de misticismo, lo que no alcanzo a aceptar es todo lo anterior, cuando irrumpe negativamente en el bienestar de terceros.

 
La falta de compromiso -especialmente desde la masificación del uso del chat telefónico  que nos lleva a llegar tarde, desatender citas y faltar a cualquier tipo de compromiso- debe dejar de ser un rasgo común, hoy mismo! Sobre todo si pretendemos que el futuro sea mejor que el presente… Esto es  algo grave que demanda medidas urgentes.
Todos podemos vivir situaciones impredecibles, pero con esos a quienes todos los días les sorprende que salga el Sol, tenemos claramente un patrón, que actúa como verdadero patógeno social afectando la productividad nacional y limitando las opciones individuales de los profesionales y las personas. Y lo último, amigos, es lo peor.  

Los alérgicos a las responsabilidades, “literalmente” roban oportunidades a otros. Taparse los ojos ante una realidad es un crimen cuyos autores por lo general salen impunes pero en ocasiones les caen en plancha las consecuencias de sus actos. Entonces tenemos letanías que inician con “¿por qué a mí?”. ¿Entonces? ¿Creías que no ver las víctimas ni conocer a las víctimas de tus atrocidades te mantenía en santidad?

Ay amigos, en esos casos y, ojo, de forma más o menos consciente a todos nos podría suceder,  lo ideal, en vez de cuestionarse “por qué” es mejor  preguntarse:

 “¿PARA QUÉ ME PASA ESTO?”.

La respuesta podría darse en copy/paste [Para que no vuelvas a darle a la espalda a tus responsabilidades y compromisos, asegurándote que a futuro tu vida pueda ser más relajada y con mayores satisfacciones, por lo menos emocionales… (¡Que no es poco!)] 

Si la gente supiera cuánto poder tienen en sus manos -a diario- para transformar sus propias vidas, otro gallo cantaría a muchos…  Pero por desgracia, la gran mayoría de las personas crecen sin que nadie les devele esta realidad y bien al contrario, a lo largo de su vida reciben refuerzos constantes para que mantengan su mediocridad a flote.

Conozco a varias personas que por más que estudiaron y se esforzaron mucho, sus faltas constantes en sus compromisos los estancaron incomprensiblemente…  Debo admitir que me encantaría ver cómo se curan de esta enfermedad, porque por lo general son buenas personas, con buen corazón, pero inevitablemente son adictos al virus de la falta de Compromiso. Es doloroso ver a alguien con las puertas abiertas hacia un futuro prometedor, atorado en este arrecife…

Pero cuando el diabólico patógeno de la falta de compromiso ataca a alguien, actúa como una droga, creando adicción de tipo A, cuyos efectos más visibles son constantes ataques de angustia, con verborrea de excusas y pretextos y una síndrome de abstinencia que los lleva a mostrarse –momentáneamente- como alguien serio, formal y educado,  para lograr que algún incauto les regale una nueva dosis de confianza…

Me doy cuenta de que lo último podría verse como un camuflaje, lo que me lleva a pensar que en ciertos casos no tenemos a una víctima, sino a un depredador. Supongo que la diferencia está en el verdadero corazón del individuo… pero en cualquier caso su estela es nefasta.

Puede que conozcamos a personas así, incluso que nosotros mismos padezcamos este mal, pues la voluntad es una elección libre. Si es así, propongámonos hoy romper esas cadenas y ayudemos a nuestros seres queridos, familias y a este país a crecer de veras, desde abajo, con sostenibilidad, y sin dejar de ser quienes somos.

Según los más expertos, bailar en el sendero del éxito, suele ir de la mano con mantener o preservar lo que nos hace únicos sin por ello dejar de asumir nuestras responsabilidades, es decir, hay que manejarlo todo al mismo tiempo. Por lo tanto, lograr ser alguien “auténtico” (lo cual nos ayuda a ser más felices), solo se mantendrá si va de la mano con vivir como alguien “comprometido” (lo que está demostrado que trae satisfacciones).

Considerando lo anterior, lograr convertirse en alguien felizmente exitoso es sin duda alguna,  como todas las cosas importantes en esta vida, cuestión de actitud.

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