A diario se oyen críticas sobre los defectos de actitud a nivel social, laboral y familiar que, según parece, definen el carácter general en nuestras tan
latinas latitudes.
Resulta especialmente triste, que las gotas más ácidas en una
charla las vierta alguien autóctono del país criticado. Un gesto que se podría
percibir como una demostración de “auto-crítica”, lo que no deja de ser un
rasgo admirable, del que todos deberíamos tratar de gozar, pero sospecho que con
frecuencia se trata de un reflejo de la honestidad del conformista (o
conformado) ante una fatalidad, lo cual me resulta un rasgo algo desalentador. Podría
incluso ser algo peor.
En la República de Panamá, por ejemplo, es habitual escuchar
de la propia voz de un panameño las más duras críticas sobre la cultura de este
hermoso país, con frases como “qué desastre, así es el panameño” (hablando de
la propia cultura en tercera persona) o
“es horrible, pero así somos en Panamá” (en este caso, con
menos miedo a identificarse con lo observado). Una postura generalizada entre
los sectores más profesionales en el sorprendente país que “Une al Mundo”.
Es correcto afirmar que, bien lejos de lo que pudiera
parecer a un observador externo, no todos los que tienen esta visión fatalista eluden
sus responsabilidades, sino que
muchos practican la observancia consecuente, quizás como como terapia de resistencia a
los males del entorno. Pero tampoco podemos negar que, además de este selecto colectivo, hallaremos a
más de dos y más de tres que se “hamaquean” en estos argumentos, solo para
justificar sus propias faltas. Para éstos, se trata de cubrirse con manto de hipocresía,
para enmascarar lo que de veras los define: pura “lisura”; o en un castellano más universal, mera desfachatez.
Veamos, no podemos generalizar, al menos no en exceso. Hay
casos y “cosas”…
Hay una serie de licencias “locales” que, si bien para quienes
acaban de llegar de otros lares pueden ser motivo de desesperación,
desconcierto e incluso indignación, creo que deberíamos aceptarlas y respetarlas:
Por ejemplo, hallamos esas “concesiones” de "calendario" que afectan el
ritmo operativo del país, cuya finalidad real es la de preservar homenajes, festividades y tradiciones culturales, pero debido a cómo afectan el calendario laboral, especialmente en Panamá, resultan un verdadero veneno para la
continuidad de proyectos. Algunos de estos “parones” en el calendario anual, pueden
llevar consecuencias devastadoras para la eficiencia y la competitividad, llegando incluso a imposibilitar la realización
de algo que ya se había acordado.
Y si bien incluso a mí me resultaba un verdadero fastidio
hace unos años atrás, con el tiempo aprendí que esto es parte de la energía que preserva
valores esenciales y diferenciadores, así que descubrí que en realidad, contra
todo pronóstico, es algo positivo.
¿No es maravilloso que el pasar de los años nos pueda tornar más pacientes,
flexibles, tolerantes y reflexivos?… es
cuando miramos atrás y vemos nuestro “yo anterior” con cierta compasión, porque
lo tan equivocado y lleno de estúpida inmadurez que estaba.
Siguiendo con esas concesiones que a día de hoy me siento
lista para aceptar, debemos traer a colación la más frecuente de ellas… Esa tendencia
inevitable de la falta de previsión del uso del tiempo personal, que lleva inexorablemente a tantos y tantas a perder
horas de su valioso tiempo libre realizando largas filas en bancos… En estos casos, cuando solamente se fastidia
el autor de su falta de previsión, hasta cierto punto, es aceptable. Dicho de otro modo, ¿Quién soy
yo para juzgar como desean las personas emplear su tiempo libre?
Pero por más que trepe mi consciencia a un plano más espiritual
y me llene de misticismo, lo que no alcanzo a aceptar es todo lo anterior, cuando
irrumpe negativamente en el bienestar de terceros.
La falta de compromiso -especialmente desde la masificación del
uso del chat telefónico que nos lleva a
llegar tarde, desatender citas y faltar a cualquier tipo de compromiso- debe
dejar de ser un rasgo común, hoy mismo! Sobre todo si pretendemos que el futuro
sea mejor que el presente… Esto es algo grave que demanda medidas urgentes.
Todos podemos vivir situaciones impredecibles, pero con esos
a quienes todos los días les sorprende que salga el Sol, tenemos claramente un
patrón, que actúa como verdadero patógeno social afectando la productividad
nacional y limitando las opciones individuales de los profesionales y las
personas. Y lo último, amigos, es lo peor.
Los alérgicos a las responsabilidades, “literalmente” roban oportunidades
a otros. Taparse los ojos ante una realidad es un crimen cuyos autores por lo
general salen impunes pero en ocasiones les caen en plancha las consecuencias de
sus actos. Entonces tenemos letanías que inician con “¿por qué a mí?”.
¿Entonces? ¿Creías que no ver las víctimas ni conocer a las víctimas de tus
atrocidades te mantenía en santidad?
Ay amigos, en esos casos y, ojo, de forma más o menos
consciente a todos nos podría suceder, lo ideal, en vez de cuestionarse “por qué” es mejor
preguntarse:
“¿PARA QUÉ ME PASA
ESTO?”.
La respuesta podría darse en copy/paste… [Para que no vuelvas a darle a la espalda a
tus responsabilidades y compromisos, asegurándote que a futuro tu vida pueda
ser más relajada y con mayores satisfacciones, por lo menos emocionales… (¡Que
no es poco!)]
Si la gente supiera cuánto poder tienen en sus manos -a
diario- para transformar sus propias vidas, otro gallo cantaría a muchos… Pero por desgracia, la gran mayoría de las
personas crecen sin que nadie les devele esta realidad y bien al contrario, a
lo largo de su vida reciben refuerzos constantes para que mantengan su
mediocridad a flote.
Conozco a varias personas que por más que estudiaron y se
esforzaron mucho, sus faltas constantes en sus compromisos los estancaron
incomprensiblemente… Debo admitir que me
encantaría ver cómo se curan de esta enfermedad, porque por lo general son
buenas personas, con buen corazón, pero inevitablemente son adictos al virus de
la falta de Compromiso. Es doloroso ver a alguien con las puertas abiertas
hacia un futuro prometedor, atorado en este arrecife…
Pero cuando el diabólico patógeno de la falta de compromiso ataca
a alguien, actúa como una droga, creando adicción de tipo A, cuyos efectos más
visibles son constantes ataques de angustia, con verborrea de excusas y
pretextos y una síndrome de abstinencia que los lleva a mostrarse
–momentáneamente- como alguien serio, formal y educado, para lograr que algún incauto les regale una
nueva dosis de confianza…
Me doy cuenta de que lo último podría verse como un
camuflaje, lo que me lleva a pensar que en ciertos casos no tenemos a una víctima,
sino a un depredador. Supongo que la diferencia está en el verdadero corazón
del individuo… pero en cualquier caso su estela es nefasta.
Puede que conozcamos a personas así, incluso que nosotros
mismos padezcamos este mal, pues la voluntad es una elección libre. Si es así,
propongámonos hoy romper esas cadenas y ayudemos a nuestros seres queridos,
familias y a este país a crecer de veras, desde abajo, con sostenibilidad, y
sin dejar de ser quienes somos.
Según los más expertos, bailar en el sendero del éxito, suele
ir de la mano con mantener o preservar lo que nos hace únicos sin por ello
dejar de asumir nuestras responsabilidades, es decir, hay que manejarlo todo al
mismo tiempo. Por lo tanto, lograr ser alguien “auténtico” (lo cual nos ayuda a
ser más felices), solo se mantendrá si va de la mano con vivir como alguien “comprometido”
(lo que está demostrado que trae satisfacciones).
Considerando lo anterior, lograr convertirse en alguien felizmente
exitoso es sin duda alguna, como todas
las cosas importantes en esta vida, cuestión de actitud.
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