jueves, 16 de enero de 2014

Historia breve de la coquetería masculina

Cuando Beckam comenzó a posar con esa imagen tan estudiada, no se oía hablar de otra cosa y muchos jóvenes comenzaron a depilarse las cejas de forma desconcertante y a teñirse el cabello. No precisamente para esconder canas, sino para lograr un cierto estilo y “agradar más”.

En su momento y de forma absurda, el fenómeno de la metrosexualidad se vivió como una novedad, cuando en realidad los hombres se han teñido, bronceado, afeitado, perfumado y peinado desde mucho antes de que los deportistas del segundo milenio llenaran portadas de revistas.


De hecho, la vanidad masculina es un tema de debate filosófico y social desde tiempos de Alejandro Magno, cuando afeitarse era una prueba de “afeminamiento” hasta tal punto que el filósofo Diógenes se preguntaba "¿Por qué culpar a la naturaleza de no hacer del hombre una mujer?".
Así que la historia de la humanidad nos brinda una interesante evolución de la coquetería masculina, que ha sido un siempre un recurrente tabú debido a la asociación constante que tiene con el concepto de afeminamiento. Es por eso que me propuse componer este pequeño "tratado" sobre masculinidad y la coquetería en el varón, porque me doy cuenta de que muy poco se habla de este asunto, con la debida atención.
En algún poderoso momento -y por razones que desconozco- "la coquetería” fue declarada como parte de la naturaleza de las mujeres, mientras que en los hombres se decidió que "necesita de justificación".

Quizás fuera este enigma el que inspirase al autor Jean Claude Bologne a escribir su "Historia de la vanidad masculina", una obra publicada en Francia por Ediciones Perrin y que enfrenta tabúes y enigmas interesantes que ayudan a entender mejor el origen de la vanidad masculina y su valor en el varón heterosexual.

Según Jean Claude Bologne, la coquetería es siempre, tanto en los hombres como en las mujeres, un sinónimo de mala conducta, porque va contra la naturaleza y su único y claro objetivo es seducir. Bueno, en lo personal, considero que la seducción en sí misma no es lo dañino, sino el objeto que ésta encierre y sobretodo cuando sea manipuladora y deshonesta.  

Siendo francos, la verdadera incomodidad alrededor de la coquetería masculina ha sido -a lo largo de los siglos- poner en duda la masculinidad del varón, principalmente cuando éste se aleja de los elementos que por naturaleza le han dado al hombre una identidad más masculina.

Soy de la opinión que sin contexto no hay un verdadero texto, será entonces de justicia ubicarnos un poquito en la historia, para estudiar y entender mejor las diversas estrategias del varón en materia de coqueteo...

Vayamos, por ejemplo, al momento en que un verdadero triunfo en materia de “conquista femenina” estaba reservado a aquel que tenía indudable brutalidad física (y un visible descuido en materia de aseo personal). De hecho, hay momentos en la historia en que solamente aquel varón que fuera capaz de matar bestias de gran tamaño y levantar techos con sus propias manos, podía resultar interesante a ojos de una mujer, ya que solo así podría brindarle un hogar y seguridad.  

Ubicarnos en el marco histórico nos ayudará a entender, por ejemplo, por qué las mujeres han llegado a desear con fiereza a un hombre extremadamente velludo, con su gran corporal revestida de un temible hedor. Cabe señalar que este prototipo ganaba puntos cuando era capaz de llevar sus aterradores gritos hasta muy lejos sin uso de artilugios tecnológicos. Algo en su conjunto impensable en nuestros días, pero que fue muy real por siglos. De hecho, a causa de la memoria ancestral que conservamos, se dice que existe un porcentaje de la población femenina (pudiera llegar al 30% en ciertas zonas del planeta) que segun parece recuerda inconscientemente las penurias paleolíticas -o sin ir tan lejos, las dificultades de nuestros ancestros vikingos- y son mujeres que hoy se mueren por este dimensionado y ruidoso prototipo de congénere.

Pero cuando los que dominaban el mundo comenzaron a hacer uso de "habilidades más sofisticadas" los escenarios de “coquetería” se tornaron en situaciones y fiestas mucho más complejas que una simple fogata con tambores, sudor y una enorme pata de jabalí girando sobre las brasas…

Con su evolución mental, emocional y económica el varón se adentró a un mundo más complejo en el que imperaba la ostentación masculina a base de visible refinamiento, observándose la misma en la apariencia física, principalmente en su atuendo y sus maneras o comportamiento. Digamos que al ser más atractivo aquel que demostraba saber apreciar y perseguir lo mismo que apreciaban los más poderosos del momento, coquetear ya no incluía enfrentar temibles bestias, sino más bien lucir detalles refinados en su vestimenta y saber seguir o mejor aún, imponer la moda, entre otras complejas aptitudes.

Para ubicarnos en la historia, encontramos momentos verdaderamente extremos en cuanto a la complejidad del coqueteo del varón en el barroco francés, con sus pañuelos de chantillí saliendo de la manga o cubriendo el cuello, del que -por cierto- salía una cabeza cubierta con altas y complejas pelucas y un grueso maquillaje en el rostro. En pleno siglo 18, la evolucion de la complejidad del outfit masculino en la aristocracia era directamente proporcional a la involucion de la higiene personal del mismo.

Consideremos que durante la gloria de los imperios mediterráneos clásicos, la higiene era mucho más valorada que en la Francia de Luis XIV. Fue en la Roma y Grecia clásicas cuando aprendimos muchos secretos de higiene, aseo y cuidado de la salud. Pero se cayeron los imperios clasicos y con el pasar de los siglos, el hombre atravesó un largo oscurantismo lleno de pestilencias llamado Edad Media.

El coqueto del medievo menos desagradable era -probablemente- el de aquel varon audaz que con labia y ciertas habilidades musicales recitaba hazañas de las cruzadas. Más éxito tenía aín el propio caballero de cruzadas, sobretodo cuando sabía cómo lucir la cota de malla, con esa favorecedora cruz de San Jorge en el tórax y el casquete. Tengamos en cuenta que estos atractivos signos externos eran reservados para nobles y claro, al verlos, una dama sabía que ahí había coraje, valentía, la fuerza varonil de un guerrero e incluso cuando el sujeto no fuera muy poderoso, cuando menos tenía algo de tierras en algún lugar perdido del atropellado mapa de la Europa Medievo. Algo es algo, pensarían muchas.

Tras el medievo, con las colonizaciones y otras batallas de poder, los nuevos imperios de Europa y la llegada de la sofisticación del lejano oriente a occidente, la higiene masculina tuvo sus más y sus menos hasta quedar enterrada bajo los perfumes y talco, en la misma era que vio nacer la guillotina como objeto de culto social y así llegamos nuevamente al varón conchantillí en la puñeta francesa o golillas en el caso de España.

Tiempos aquellos en que tener cuatro palacios era necesario para hacer la migración anual de limpieza, evitando así morir ahogado entre las propias heces y orines, en una refinada pero sucia sociedad aristocrática y barroca, que dominaba a un pueblo hambriento. En cuanto al pueblo hambriento, digamos que por respeto no buscaremos cómo en medio de la miseria se las arreglaban los más coquetos para vencer en sus conquistas, pero me consta que también tenían sus propios artilugios de seducción.

Tras el barroco, qué creen, la evolución mejoró el prototipo de nuevo coqueto; Con el nacimiento de la burguesía y los nuevos ideales de libertad, el varón se hacía notar con su participación política y social, el “sex appeal” emergía cuando se dominaba el arte de la palabra y de la política, ello sumado al look un tanto despeinado con el sello post-napoleónico del romántico, que por cierto emularon los Beatles en ciertos periodos de su reinado musical.

Más que refinando, el atuendo del nuevo burgués seguía patrones más prácticos, tipo uniforme diría yo, que no tanto un despliegue creativo: debía abrigar y ser útil para subir y bajar de su caballo a cada rato y para quienes andaban a pie, debía aguantar el paso de los días y de las sucias calles.

Sin embargo este varón, a veces algo tísico-intelectual, otras más comilón y enfocado a fabricar dinero con los nuevos negocios, con el pasar del tiempo -y la evolucion de los inventos- llevó a la sociedad hasta la era industrial, que en inglaterra sentó escuela componiendo la vergonzosa "estampa"  de un Támesis espeso y chocolatoso, bañando una Londres colapsada de heces en pleno cénit de  su desarrollo.

A pesar de todo lo vivido en la historia, desde el Paleolítico hasta la fecha, estoy plenamente convencida de que podemos hablar de una verdadera la revolución de la apariencia masculina en apenas los cien últimos años.
 
Nos dice el autor francés Bologne: "Los hombres que adoptan la coquetería femenina casi siempre han sido acusados ​​de abdicar de su virilidad. Es sólo a principios del siglo XX, que las cosas empezaron a cambiar tímidamente". “Los hombres ahora quieren complacer y ser complacidos.” “Por último, los hombres tienen los mismos derechos que las mujeres", afirmó un publicista de la tienda especializada en accesorios masculinos Lafayette Homme. Incluso hoy en día y de forma errada "la homosexualidad se asocia con la coquetería, sobre todo por ignorancia o prejuicio" dice el autor, "porque muchos gays, al contrario de lo que se piensa "no quieren tener una imagen afeminada". Pero son los metrosexuales quienes finalmente sacan lo mejor del concepto al negarse a "sacrificar su derecho a belleza, ni su imagen varonil".

En el 2014, no cabe duda de que la higiene personal y un aspecto aseado son parte clave en el aspecto más en tendencia masculino. Los nuevos coquetos cuidan su look haciendo uso de elementos eficaces como el efecto “wet look” en el cabello y el uso frecuente de colores claros en su vestimenta lo que demuestra que la misma está limpia y planchada.

Notemos que el 30% de la publicidad productos de consumo masivo trata de productos anti-bacteriales y a pesar de que eliminar bacterias de nuestra piel con tanta frecuencia es el origen de múltiples enfermedades, ahora está de moda y el varón debe demostrar que sabe cómo luchar contra bestias de tan reducido tamaño que necesitaríamos un microscopio para verlas.

El caso es que sea cual sea su estilo y forma de proyectarse, el varón del 2014 es sumamente coqueto: está pendiente de su imagen, consume moda, se perfuma, se asea y presume de dominar la tecnología. A veces sucede que se fue tan lejos en su lado “femenino” que decide regresar a la recuperación de valores “más masculinos” como la barba o las botas reforzadas de soldado, los mega-relojes de gran tamaño y su caballo, que hoy día es de metal.

Por más esfuerzos que haga para agradar, la verdad es que dejó de ser metrosexual; El coqueto de hoy es una compleja e interesante fusión de conceptos:
Atesora la masculinidad en un sentido clásico. Combina la caballerosidad de los nobles cruzados, con la higiene de la Roma gloriosa y el romanticismo del siglo XIX, bajo la forma física del Olimpo griego. Presume la salud de los jóvenes conservadores de los 50 y la astucia en los negocios de los ejecutivos de los 60 pero marinado con el refinamiento cultural de la Venecia del Renacimiento y todo ello bajo un equilibrio -casi perfecto- que viene reforzado con la tecnología y la física cuántica.
Con o sin barba, el coqueto actual debe demostrar que se exige mucho y que está feliz por ello...Los factores que le ayudarán a tener éxito en sus conquistas... digamos que este sería ya otro tratado porque me obliga a evaluar la reaccion de la mujer ante el más exquisito coqueto de hoy, se queda de tarea, pero podemos aticipar que, para que un hombre sepa agradar de veras, sin renunciar a su personalidad ni a su masculinidad será, como todas las cosas importantes de la vida, Cuestión de Actitud.

1 comentario:

  1. Los dioses del Olimpo; caballerosos, románticos, aseados, astutos, cultos, tecnológicos i cuánticos del siglo XXI, si no tienen plata, son igual de atractivos que un “Nabo” tridimensional plantado en el huerto de los olivos de cuando la Era de Jesucristo… :D
    un abrazo Marta, buen articulo!!!

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