"Las masas
humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno
del miedo...del miedo al cambio". Octavio
Paz.
Con estas
palabras, el más relevante poeta y ensayista mexicano del siglo XX nos hizo una
hermosa invitación a escoger el camino
correcto y aceptar los retos que integran cambios, especialmente en nosotros
mismos, como único camino posible hacia un mundo mejor.
El texto de hoy
puede ser algo pesado, pero es mi dura visión de la responsabilidad social
individual, en la que creo con total firmeza. Veo a la responsabilidad social
individual como algo inherente a nuestra propia existencia, sin embargo no
todos entienden que su existencia vaya conectada a la de los demás… Somos causa
y efecto para todo, no solo en aquello que hacemos de forma consciente, también
en lo que negamos o tratamos de obviar…
Ante los temas
que dominan el contenido en los medios y redes en estos días, hoy deseo
hablarles de la gestión del miedo y de cómo, tomando el control de nuestra acción e inacción, podemos cambiar el mundo.
El objetivo de
este texto de hoy es que quienes estemos dispuestos a esforzarnos para no ser
unos completos cretinos, podamos adoptar un poco de esta responsabilidad
individual que, a pesar de tener poco gramaje por sí sola, sumada a la de otros
puede ser la balanza que incline al mundo.
La senda del
miedo ya está bastante copada por los millones de seres humanos que ahora, en
este momento, están siendo o han sido atacados en forma violenta,
víctimas del odio que alimenta a todos los esclavos del sistema. La violencia
del ser humano no hace diferencias y por lo general conlleva que sea la sangre
de víctimas inocentes la que más se vierte, indistintamente de quien o quienes
sean los responsables detrás de una acción violenta y menos aún, cual sea el
motivo aparente de la misma.
Vemos vídeos en
las redes que nos pretenden educar o sensibilizar en cuanto al desarrollo de
los conflictos territoriales, políticos y religiosos de nuestro mundo, pero
todos suelen tener un común denominador, no sé si lo han notado, pero por lo
general señalan a los hombres de poder, a los líderes de facciones o gobiernos
como si fueran los únicos responsables de lo malo que sucede en este mundo.
Creo en la suma del esfuerzo individual como solución a los males de nuestro
mundo pero claro, ello es más incómodo porque no pone a nosotros en ese “vídeo”, no a verlo, sino a "ser" los responsables de nuestra acción o inacción para
sumar o restar en este mundo…
Cuando alguien
logra sobrevivir físicamente al horror, apenas comienza su difícil tarea de
sobrevivir emocionalmente a esa situación que jamás eligió vivir. Y hoy
son muchos quienes a diario padecen bajo los hilos de un sistema mercantilista,
indecente e inmoral que rige nuestro mundo. Pero hay otro tipo de miedo, el de
aquellos que pueden elegir, el de aquellos que hoy se levantaron en su cama, o
en la de un cómodo hotel y se bañaron, se vistieron agradablemente y
desayunaron, porque tienen salud y tienen una rutina de vida que crearon con
los años, siguiendo un libre albedrío que abaratan al quejarse de su textura. Hablo
del miedo que tejen los que a pesar de estar en ese contexto de libertad de
elección eligen el miedo como camino, ya sea para regocijarse en el sufrimiento
o bien sea para crear ideas que lleven a otros a sentirlo.
Elegir el miedo
con toda libertad, pudiendo elegir otros temas en los cuales enfocar nuestra
energía, nos convierte en un tóxico para el mundo.
El camino del mal
es tan sofisticado y dulce que suele comenzar de forma tolerada, en la voluntad
de cada uno de nosotros, en formas que a
veces ni sospechamos. Si deseamos ser agentes positivos de cambio en este mundo,
o por lo menos dejar de ser contaminantes o agentes de maldad, deberemos tomar
consciencia de todo lo que hacemos, decimos y omitimos. Ello incluye desde las babosadas
más nimias, hasta las peores decisiones o acciones. Y difundir el miedo no es para
nada inocuo. Nuestra mente actúa como un acelerador de partículas creando una
bomba vírica de ideas amenazadoras, convirtiéndonos así en detestables agentes
nocivos en contra del bien común. S usted no es de esos, le aseguro que alguna
vez conoció a alguien experto en el arte de aterrorizar y alarmar a los
demás...
Ojo, es
comprensible sentir miedo. El problema es cuando lo “fabricamos”
irresponsablemente: las personas somos
capaces de crear en nuestra mente situaciones terribles que ni tan siquiera han
sucedido. Al hacerlo, comenzamos a vivir esas situaciones en nuestra imaginación lo cual nos
pone a sufrir (por voluntad propia). La consecuencia más grave de esto no es
nuestro propio sufrimiento prefabricado “per se” sino que al hacerlo, al
regocijarnos en el miedo, hallamos una forma de “justificar” la evasión de
nuestras responsabilidades.
Tomar
responsabilidad implica algo más de profundidad que simplemente alterar la
calma a nuestro alrededor. Preguntémonos si nosotros hacemos el bien, si es suficiente lo
que le regresamos a la naturaleza por todo lo que nos da, o simplemente, ¿cómo
podemos dejar de ser tóxicos o nocivos?
El nihilismo en
el que vivimos, esa impasividad de nuestra sociedad de consumo cuya inacción
comienza dentro de los hogares, edifica las peores actitudes en nosotros… Como
seres humanos que somos, necesitamos hacer algo de catarsis después de haber
acumulado tensión por causa de una situación que no controlamos directamente y
que de alguna forma nos afecta, (como nos sucede tras una experiencia noticiosa
de un hecho terrible), pero una vez te desahogaste y recuperaste el ritmo
cardíaco, es importante reconocer que la realidad es un camino de oportunidades
que tienes ahora en tus manos y que puedes hacer algo útil con ella.
A veces sería
suficiente pasar por el tamizador socrático o la “Teoría de los tres Filtros”.
Solo con que la mayoría usáramos este filtro a diario, el mundo ya sería un lugar
mejor. Pero aun así, no sería suficiente… pues no basta con “dejar de hacer lo
absurdo”, también hay que “actuar en pos del bien”.
Si bien como dijo
William Shakespeare, “Es mejor ser
rey de tu
silencio que esclavo
de tus palabras." en palabras de Martin Luther
King, les diré que “Lo que más
me preocupa, no es
el grito de
los violentos, de los
corruptos, de los
deshonestos. Lo que más
me preocupa, es el
silencio de los
pacíficos, de los honestos,
de los buenos.”
Hoy llegaron cientos
de miles de bebés al mundo sin atisbo de racismo, avaricia o agresividad en
ellos. Nosotros somos los responsables de su futuro, para bien o para mal, su
futuro está en nuestras manos. Esta es una idea sencilla y terrible a la vez, que
lejos de asustarnos debería darnos un amable bofetón y activar en nosotros un
mecanismo de inteligencia emocional asertiva. Así sea por ellos, valdría la
pena replantearnos nuestras actitudes diarias.
Pero darse el
lujo de ahogarse en el miedo cuando la situación real te brinda OPCIONES es una
falta grave que pasa factura. De entrada, acarrea lesiones emocionales, pues
implica perecer voluntariamente, antes siquiera de ser víctimas de una
situación y a la postre, abre puertas al desastre que finalmente podría acabar
por tornarse en real; Lo que hoy
solamente es un miedo, si lo repetimos como mensaje lo haremos real, porque nuestra vida estará enfocada solo a recibir
una catástrofe en vez de hacer el bien o ser útiles.
Tres pasos
para un mundo mejor
¿Cuál debe ser el
camino de aquellos que hoy aún podemos elegir? Les propongo resolverlo en unos
cinco sencillos pasos:
1-
Comprender
que “poder elegir” es un privilegio.
2-
Aceptar
que los privilegios no son gratis
3-
Auto
proclamarse “agente de cambio”. Tomar consciencia de “mis acciones, mis
palabras, mis miradas, mis tonos de voz y también de mis inacciones, rechazando
en mi vida TODO lo que está mal.”
Pero ¿qué es lo
que está mal?
A grandes rasgos,
ya usted lo sabe perfectamente. Aunque no sea creyente ni religioso, los
principios básicos de una conducta positiva están bien claros. Podemos comenzar
por ir cortando esas actitudes en las que jamás es “uno” el responsable de una
situación y la “culpa” siempre reposa en terceros pues ahí comienza el mal del
mundo…
Transgredir las “normas” éticas de responsabilidad social
individual más básicas puede que otorgue ciertos placeres -pensarán algunos-
pero suelen ser placeres momentáneos, que se componen de la subida y la bajada (emocional) siendo la
bajada más fuerte que la subida, con lo que actúan como una droga (es algo tóxico,
dependiente y destructivo)
Si cumpliéramos esos tres puntos, quien sabe, quizás
estaríamos siendo lo que la naturaleza espera y necesita de nosotros…
Hay cosas que son
más urgentes que otras: si deseamos ser un agente de cambio debemos desde ahora
mismo dejar por completo de valorar a las personas por sus posesiones, ya sean aparentes
o reales. Y dejar de valorarnos a nosotros mismos en función de nuestros logros
o consecuciones materiales.
Nuestro valor, el
de cada uno de nosotros, radica en lo bueno que haya en nuestra consciencia y
en nuestra acción, es decir, en lo que estemos aportando al mundo. Este mundo
que nos cede el espacio para existir… Revisemos nuestra capacidad de amar y “dar”,
como mínimo “a esos que impactamos a diario” y a respetarlos siempre.
Alerta: la sobre
valoración de lo material incluye la formación, los títulos y la profesión.
Nuestra profesión
es una herramienta que debe servir para hacer el bien, desde el campo
profesional o de trabajo que sea, pero no nos hace mejores ni peores. Lo mismo
sucede con nuestros estudios, pues si viviéramos con valores éticos, solo veríamos
la formación como un deber para mejorar la calidad de nuestra acción diaria y
no como una tarjeta de presentación social. Y en el caso de que tengamos un
negocio, solo seremos parte de la solución en nuestro mundo si lo basamos totalmente
en una normativa ética y de sustentabilidad.
El chiste aquí es
que no importa que no te importe: elegir voluntariamente no ser agente de
cambio positivo, te convierte automáticamente en agente nocivo. No se salvará
el avestruz de la tormenta por poner la cabeza bajo tierra…
Para gran parte
de la humanidad el dinero supone la diferencia entre vida o enfermedad, carecer
de él incluso lleva a la muerte. Esto debería cesar en nuestro mundo, idea en
la que cuando pregunto, todos están de acuerdo. Sin embargo, pocos desean ver
que esta realidad atiende a las circunstancias que nosotros mismos hemos creado
a diario y seguimos creando.
El dinero es una
herramienta de intercambio, pero quienes ya lo tienen y no sufren necesidades
básicas, curiosamente suelen tratarlo
muy a menudo como si fuera un objetivo de vida y crean un desbalance salvaje
que lleva a situaciones extremas, tanto de abundancia como de pobreza o
esclavitud.
Algunos pensarán
que este análisis lleva a defender un sistema político socialista o comunista
pero nada más lejos de ello. La historia nos mostró que ese TAMPOCO es el
camino. Sobran los cientos de casos en que la realidad ha desmontado estos
sistemas de Gobierno.
En 2015 no se
trata más de derecha, ni de izquierda, tampoco de “centro”. En 2015 la política
debe tratarse de un garante democrático de EQUIDAD, SOSTENIBILIDAD y RESPETO.
Y finalmente,
deberemos pasar con urgencia del MIEDO al CAMBIO porque cada vez que actuamos
como agente de miedo, sembramos intolerancia, desprecio o corrupción,
bloqueando las posibilidades de millones de seres humanos y colocando alfombra
roja al mal. Y cada vez que por miedo a enfrentar nuestras responsabilidades no
actuamos o rompemos principios básicos también co-creamos el mal del mundo.
De alguna forma, la
mayoría personas “comunes” estamos bloqueando un sistema que genera pobreza. Y
más allá de cualquier país, el problema se extiende a escala mundial.
Del miedo al
cambio, como nos dicen palabras de Octavio Paz, ese es el único camino.
No se trata de
ser imprudentes, ni los más osados, se trata de ser coherentes, valientes y
consecuentes, mientras tengamos la opción de serlo. Al final del día, ser parte
del problema o de la solución, será, para quienes tengamos la capacidad de
comprender este mensaje, cuestión de actitud.