martes, 27 de octubre de 2015

LA DICTADURA DEL ABURRIMIENTO CROMÁTICO INVERNAL




Crecí en un lugar del planeta en que existen claramente las cuatro estaciones del año, algo que debería ser simplemente hermoso, colorido, variado y estimulante… Solo hay que oír las cuatro estaciones de Vivaldi para disfrutar de las miles de cosas las que suceden a lo largo de todo el año... hojas caen, plantas retoñan, luego el viento, la nieve… 



Pero les diré que en plena era de la información queda aún mucho por hacer. Parece mentira, pero en mi último viaje hallé que la ciudad más creativa, linda y estimulante del mundo (es decir, Barcelona) seguía ofreciendo en las vitrinas de otoño-invierno lo más aburrido del mundo, especialmente si de zapatos se trata. 

Tal era el aburrimiento en las vitrinas que en esos momentos en que me dolía profundamente pensar en que mi viaje llegaba a su fin, solo debía acercarme a un “escaparate” de moda y... ¡BAM!, a mi corazón le llegaba un sentimiento de nostalgia inmediata por Panamá y todo su color… 

Otoño… 

Recuerdo en mi infancia pasear por los bosques del Montseny y recoger hojas caídas… No había dos del mismo color. Desde el ocre hasta el rojo prendido, pasando por los verdes de los árboles de hoja perenne… Un cielo azul coronaba el jazmín de flor blanca, que es resistente incluso a las nevadas…

Recuerdo el amarillo prendido, el morado y el blanco de los pétalos de las pequeñas flores del invierno, dibujando coloridos paisajes...

Y a pesar de todo este entorno de inspiración, los diseñadores de moda se empecinan en imponer la crudeza depresiva de la monocromía carbónica y chocolatosa del aburrimiento.



Recuerdo hace veinte años atrás, en un día como hoy, yo vivía el “cambio de temporada”. Ese día en que debes aceptar que ya no volverás a usar ese vestido de baño, ni esa blusa veraniega, hasta -por lo menos- dentro de siete meses… En pocas horas, sucedía lo inevitable: toda esa ropa colorida, fresca y llena de energía positiva, quedaba doblada y comprimida entre paredes de plástico y sobrecitos anti-polilla, con fragancia de lavanda.


Sí, mi ropa hibernaba y siete meses más tarde, con una ilusión parecida a la de la noche de reyes, se abrían esas cajas. Mi cuarto tenía la ventana de par en par, dejando volar las cortinas con la primera huida del frío, para que entrasen libremente los ensordecedores reclamos de los pajaritos que en primavera enloquecían, como el resto de nosotros.

Y en esa re-apertura de las cajas se vivían un sinfín de emociones, con sentimientos encontrados: como la emoción de re-descubrir esa blusa que amaste tanto y que ya no recordabas y la frustración de hallar algunas prendas “de temporadas atrás” cansadas de re-aparecer de esa caja y que comenzaban a reclamar un nuevo destino.

En cualquier caso, en esas latitudes cuatro-estacionales,  se vive una especie de salto cuántico en el fondo de armario dos veces al año, todos los años… Y así nace el vaivén de jerséis saliendo de las cajas y vestidos frescos entrando en ellas.


Pero a pesar de que la madre naturaleza abre la temporada de otoño-invierno con cierta astenia otoñal, estados depresivos por la llegada del gris en los cielos y la bajada del termómetro, los diseñadores se rehúsan en apoyar a las personas a superarlo con su atuendo y,  al contrario, refuerzan esa taciturnidad,  con sus diseños más tristes, imponiendo una dictadura de aburrimiento cromático.

Y cuando llega octubre las vitrinas se inundan de tres colores: Negro, Gris, Marrón. Con alguna excepción accidental de Beige… Para cuando llega la temporada navideña, un mes y medio después de la salida de jerséis de las cajas, se amplía generosamente la gama de colores en las boutiques y almacenes de ropa con la llegada del Rojo, junto al Dorado, el Blanco e incluso Plateado (que no deja de ser una metalización del gris)!!!


No me malinterpreten, amo todos esos colores, me encanta el negro, especialmente en satén o cuero y adoro el algodón orgánico en color gris, pero lo que nos proponen los comercios es deprimente…   Y digo los comercios, porque me consta que las firmas de moda presentan mucho más color en las pasarelas… 

El miedo al fracaso en ventas,  lleva al encargado de compras de las grandes cadenas y las boutiques de multi-marcas a quedarse en su zona de confort. Lo curioso es que la zona de confort sea, año tras año, la Depresión!

Créanme, estuve en Barcelona la primera semana de octubre, tratando de comprar un par de zapatos cerrados y altos de color marfil o en su defecto, el infalible color nude (una misión aparentemente sencilla). Aclaremos bien el asunto, nada fucsia, ni con florecitas, nada turquesa ni naranja prendido; solo un suave y discreto color marfil, o mantequilla, o nude,  para completar el atuendo que quería usar para un evento importante, pero adivinen: a menos que aceptara propuestas para novias (con brillos anacarados, satenes, perlas, etc). no había un solo modelo en este color, de hecho, me miraban como si yo fuera un alienígena, con una sonrisa, claro, la amabilidad nunca faltó.

-Tienen zapatos de color marfil o nude?
-No chica, estos colores eran del verano! Ahora todo es otoño invierno…
-¿Y en inverno no se usa nude? Bien que vi a la Palermo con un abrigo bien peludo y unos stilettos en nude… jeje… (Esa soy yo haciéndome la ocurrente, discúlpenme por ello…)  
-No chica, es que en esta época, ya sabes, todo viene en colores neutros.

¿Perdón? (Pensé) Y el “nude” ¿qué es?

En cada tienda, con cariño y simpatía, trataban de convencerme de que me llevara algo en negro porque, según me decían, “combina con todo”.  ¡No! 

Yo,  de terca, solo quería reforzar el COLOR verde botella y brillante de una falda que pensaba combinar con un top de color marfil, pero esa idea mía parecía alocada y a destiempo, con un calendario tiránico que decide que “debes” vestirte de luto, o como si tuvieras una depresión, desde el uno de octubre.



Finalmente, contra viento y marea, justo cuando ya me iba a rendir,  se hizo el milagro:  en una boutique tradicional (curiosamente) en la que no hay “tendencias” sino “básicos de calidad” y se jactan de que “lo suyo es siempre bueno y siempre útil” (¡muy cierto!) resultó que tenían TODO EL AÑO zapatos salón en tres alturas de tacón y su versión plana, en casi todos los colores del arco iris y adivinen, tenían un par salones de ante en el verde exacto de mi falda “panameña”!  …Si, sonaron trompetas celestiales.


… Mis acompañantes en la hazaña eran mi mamá y mi esposo y la primera se emocionó tanto que me regaló ese par de zapatos color esmeralda para asegurarse de que no dejara de llevarlos conmigo… Como premio, el día 10 de octubre fue el más lindo del 2015 en Cabrils, el pueblecito de la Comarca del Maresme donde tuvo lugar el importante evento familiar, 23ºC sobre el esperado y temido "17" y ni una sola nube, con una brisa perfecta con olor a tomillo y romero, para disfrutar en una terraza al aire libre, viendo los mil tonos de verde del Mont Cabrer y Vilassar de Dalt y los mil tonos de azul que conformaban entre el cielo y el Mediterráneo al fondo del paisaje, flanqueado por las tejas rosadas y rojizas de los techos que, como una falda, caían elegantemente hasta perderse en el paisaje...

Pareciera pues, que nuestro sincero deseo de vivir en colores y revelarnos contra la tiranía de las corporaciones -y su maléfica cruzada por deprimirnos durante 7 meses del año- finalmente rindió sus frutos.  Al fin y al cabo, ponerle color a tu vida, solo es cuestión de actitud.