Crecí en un lugar
del planeta en que existen claramente las cuatro estaciones del año, algo que debería ser simplemente hermoso, colorido, variado y estimulante… Solo hay que
oír las cuatro estaciones de Vivaldi para disfrutar de las miles de cosas las
que suceden a lo largo de todo el año... hojas caen, plantas
retoñan, luego el viento, la nieve…
Pero les diré que en plena era de la información queda aún mucho por hacer. Parece mentira, pero en mi último viaje hallé que la ciudad más creativa, linda y
estimulante del mundo (es decir, Barcelona) seguía ofreciendo en las vitrinas
de otoño-invierno lo más aburrido del
mundo, especialmente si de zapatos se trata.
Tal era el aburrimiento en las vitrinas que en esos momentos en que me dolía profundamente pensar en que mi viaje llegaba a su fin, solo debía acercarme a un “escaparate” de moda y... ¡BAM!, a mi corazón le llegaba un sentimiento de nostalgia inmediata por Panamá y todo su color…
Otoño…
Recuerdo en mi infancia pasear por los bosques del Montseny y recoger hojas caídas… No había dos del mismo color. Desde el ocre hasta el rojo prendido, pasando por los verdes de los árboles de hoja perenne… Un cielo azul coronaba el jazmín de flor blanca, que es resistente incluso a las nevadas…
Recuerdo el amarillo prendido, el morado y el blanco de los pétalos de las pequeñas flores del invierno, dibujando coloridos paisajes...
Y a pesar de todo este entorno de inspiración, los diseñadores de moda se empecinan en imponer la crudeza depresiva de la monocromía carbónica y chocolatosa del aburrimiento.
Tal era el aburrimiento en las vitrinas que en esos momentos en que me dolía profundamente pensar en que mi viaje llegaba a su fin, solo debía acercarme a un “escaparate” de moda y... ¡BAM!, a mi corazón le llegaba un sentimiento de nostalgia inmediata por Panamá y todo su color…
Otoño…
Recuerdo en mi infancia pasear por los bosques del Montseny y recoger hojas caídas… No había dos del mismo color. Desde el ocre hasta el rojo prendido, pasando por los verdes de los árboles de hoja perenne… Un cielo azul coronaba el jazmín de flor blanca, que es resistente incluso a las nevadas…
Recuerdo el amarillo prendido, el morado y el blanco de los pétalos de las pequeñas flores del invierno, dibujando coloridos paisajes...
Y a pesar de todo este entorno de inspiración, los diseñadores de moda se empecinan en imponer la crudeza depresiva de la monocromía carbónica y chocolatosa del aburrimiento.
Recuerdo hace
veinte años atrás, en un día como hoy, yo vivía el “cambio de temporada”. Ese día en que debes
aceptar que ya no volverás a usar ese vestido de baño, ni esa blusa veraniega, hasta -por lo menos- dentro de siete meses… En pocas horas, sucedía lo inevitable:
toda esa ropa colorida, fresca y llena de energía positiva, quedaba doblada y
comprimida entre paredes de plástico y sobrecitos anti-polilla, con fragancia de
lavanda.
Sí, mi ropa
hibernaba y siete meses más tarde, con una ilusión parecida a la de la noche de
reyes, se abrían esas cajas. Mi cuarto tenía la ventana de par en par, dejando volar
las cortinas con la primera huida del frío, para que entrasen libremente los ensordecedores reclamos de los
pajaritos que en primavera enloquecían, como el resto de nosotros.
Y en esa re-apertura
de las cajas se vivían un sinfín de emociones, con sentimientos
encontrados: como la emoción de re-descubrir esa blusa que amaste tanto
y que ya no recordabas y la frustración de hallar algunas prendas “de temporadas atrás” cansadas de re-aparecer de esa caja y que comenzaban a reclamar un
nuevo destino.
En cualquier
caso, en esas latitudes cuatro-estacionales,
se vive una especie de salto cuántico en el fondo de armario dos veces
al año, todos los años… Y así nace el vaivén de jerséis saliendo de las cajas y
vestidos frescos entrando en ellas.
Pero a pesar de
que la madre naturaleza abre la temporada de otoño-invierno con cierta astenia otoñal,
estados depresivos por la llegada del gris en los cielos y la bajada del
termómetro, los diseñadores se rehúsan en apoyar a las personas a superarlo con
su atuendo y, al contrario, refuerzan esa taciturnidad, con sus diseños más tristes, imponiendo una dictadura de aburrimiento cromático.
Y cuando llega octubre las vitrinas se inundan de tres colores: Negro, Gris, Marrón. Con alguna excepción accidental de Beige… Para cuando llega la temporada navideña, un mes y medio después de la salida de jerséis de las cajas, se amplía generosamente la gama de colores en las boutiques y almacenes de ropa con la llegada del Rojo, junto al Dorado, el Blanco e incluso Plateado (que no deja de ser una metalización del gris)!!!
Y cuando llega octubre las vitrinas se inundan de tres colores: Negro, Gris, Marrón. Con alguna excepción accidental de Beige… Para cuando llega la temporada navideña, un mes y medio después de la salida de jerséis de las cajas, se amplía generosamente la gama de colores en las boutiques y almacenes de ropa con la llegada del Rojo, junto al Dorado, el Blanco e incluso Plateado (que no deja de ser una metalización del gris)!!!
No me
malinterpreten, amo todos esos colores, me encanta el negro, especialmente en
satén o cuero y adoro el algodón orgánico en color gris, pero lo que nos
proponen los comercios es deprimente… Y digo los comercios, porque me consta que las firmas de moda
presentan mucho más color en las pasarelas…
El miedo al fracaso en ventas, lleva al encargado de compras de las grandes cadenas y las boutiques de multi-marcas a quedarse en su zona de confort. Lo curioso es que la zona de confort sea, año tras año, la Depresión!
El miedo al fracaso en ventas, lleva al encargado de compras de las grandes cadenas y las boutiques de multi-marcas a quedarse en su zona de confort. Lo curioso es que la zona de confort sea, año tras año, la Depresión!
Créanme, estuve
en Barcelona la primera semana de octubre, tratando de comprar un par de
zapatos cerrados y altos de color marfil o en su defecto, el infalible color nude (una misión aparentemente sencilla). Aclaremos bien el asunto, nada fucsia, ni con florecitas, nada turquesa ni naranja prendido; solo un suave y discreto color marfil, o mantequilla, o nude, para completar el atuendo que quería
usar para un evento importante, pero adivinen: a menos que aceptara propuestas para
novias (con brillos anacarados, satenes, perlas, etc). no había un solo modelo
en este color, de hecho, me miraban como si yo fuera un alienígena, con una
sonrisa, claro, la amabilidad nunca faltó.
-Tienen zapatos
de color marfil o nude?
-No chica, estos
colores eran del verano! Ahora todo es otoño invierno…
-¿Y en inverno no
se usa nude? Bien que vi a la Palermo con un abrigo bien
peludo y unos stilettos en nude… jeje… (Esa soy yo haciéndome la ocurrente, discúlpenme por ello…)
-No chica, es que
en esta época, ya sabes, todo viene en colores neutros.
¿Perdón? (Pensé) Y
el “nude” ¿qué es?
En cada tienda, con cariño y simpatía, trataban de convencerme de que me llevara algo en negro
porque, según me decían, “combina con todo”. ¡No!
Yo, de terca, solo quería reforzar el COLOR verde botella y brillante de una falda que pensaba combinar con un top de color marfil, pero esa idea mía parecía alocada y a destiempo, con un calendario tiránico que decide que “debes” vestirte de luto, o como si tuvieras una depresión, desde el uno de octubre.
Yo, de terca, solo quería reforzar el COLOR verde botella y brillante de una falda que pensaba combinar con un top de color marfil, pero esa idea mía parecía alocada y a destiempo, con un calendario tiránico que decide que “debes” vestirte de luto, o como si tuvieras una depresión, desde el uno de octubre.
Finalmente,
contra viento y marea, justo cuando ya me iba a rendir, se hizo el milagro: en una boutique tradicional (curiosamente) en
la que no hay “tendencias” sino “básicos de calidad” y se jactan de que “lo
suyo es siempre bueno y siempre útil” (¡muy cierto!) resultó que tenían TODO EL
AÑO zapatos salón en tres alturas de tacón y su versión plana, en casi todos
los colores del arco iris y adivinen, tenían un par salones de ante en el verde
exacto de mi falda “panameña”! …Si, sonaron
trompetas celestiales.
… Mis acompañantes
en la hazaña eran mi mamá y mi esposo y la primera se emocionó tanto que me
regaló ese par de zapatos color esmeralda para asegurarse de que no dejara de
llevarlos conmigo… Como premio, el día 10 de octubre fue el más lindo del 2015
en Cabrils, el pueblecito de la Comarca del Maresme donde tuvo lugar el
importante evento familiar, 23ºC sobre el esperado y temido "17" y ni una sola nube, con una brisa perfecta con
olor a tomillo y romero, para disfrutar en una terraza al aire libre, viendo
los mil tonos de verde del Mont Cabrer y Vilassar de Dalt y los mil tonos de
azul que conformaban entre el cielo y el Mediterráneo al fondo del paisaje, flanqueado por las tejas rosadas y rojizas de los techos que, como una falda, caían elegantemente hasta perderse en el paisaje...
Pareciera pues, que nuestro sincero deseo de vivir en colores y revelarnos contra la tiranía de las corporaciones -y
su maléfica cruzada por deprimirnos durante 7 meses del año- finalmente rindió
sus frutos. Al fin y al cabo, ponerle color
a tu vida, solo es cuestión de actitud.