viernes, 6 de marzo de 2015

INMIGRACIÓN SALUDABLE, LA ÚLTIMA CRUZADA


No es novedad que  estamos bajo el yugo mediático y pareciera que solo haya conversación si se habla de ciertos temas…

…Si bien los temas judiciales llenan el 95% de la atención mediática, en lo personal, hoy me preocupa lo que acontece en las redes sociales. Éstas no son medios regulados por una directiva editorial, sino foros de libre expresión que, últimamente, se usan como armas de destrucción masiva en vez de ser herramientas de libertad y diálogo.

Entre varios asuntos perturbadores, en Panamá,  hoy,  destaca el fenómeno que estamos viviendo alrededor del tema migratorio, tema que no podía dejar de lado, por múltiples razones.

Mis premisas:

1. Someterse a un proceso migratorio regular, que exija un fuerte control de tus actividades y un sinfín de garantías sobre tu persona,  para el bien de esta nación, debiera ser, para todos, una obligación. De hecho, notemos que éste es el mismo garante que respaldará en gran parte la seguridad del inmigrante cuando éste ya habite el país…

2. Cumplir con lo que exija la ley para poder ser ciudadano de este país, debería ser visto como un honor, algo parecido a ser parte de una “lista VIP” en una fiesta importante, pues ser ciudadano implica más que papeles…

La iniciativa, a mi juicio muy mal llamada “crisol de razas”,  pudo haber tenido en su origen alguna buena intención, pero está claro que al ponerse en marcha no aportaba un solo beneficio real para el país. Comprendamos que haya personalidades de la vida pública y política panameñas clamando acaloradamente en contra de la apertura masiva que ha supuesto y supone el programa de la discordia:

En materia de seguridad -y salubridad- deberíamos tener la guardia mucho más elevada de forma permanente, porque somos un país de tránsito, el Hub de las Américas, el país que “Une al Mundo”... que, más allá de ser un buen titular, debiera ser una alerta de responsabilidades titánicas pues por aquí pasa mucha gente a diario. De hecho, deberíamos estar más duchos en la materia, porque esto viene desde antes de la historia republicana, por lo menos desde 1885, con la inauguración el primer Ferrocarril interoceánico.

Pero hoy, los riesgos que nos conlleva ser tierra de tránsito ya son suficientemente elevados por sí mismos; si además le sumamos la pérdida injustificada de filtros y controles, en un momento de auge económico, con fuertes olas de inmigración comercial, empresarial  e individual, el resultado podría ser cuando menos un desastre.

Pero los lamentables acontecimientos que estamos viendo y viviendo en las redes sociales en estos días, nos muestran que ya estamos en alerta: en este caso, la alerta es de carácter socio-cultural, con un panorama atestado de casos de estudio; Un verde pasto para sociólogos y antropólogos amantes de la investigación de campo…

Una horrible lluvia de insultos cae a diario en pleno verano panameño. Los causantes, apenas tres gatos -o tres gatas- pues no son más,  tienen una cruzada psicótica contra la ciudadanía de este país que los recibió, y al que se empecinan en seguir viviendo…

Un buen amigo panameño me preguntó si sabía dónde venden los famosos suéteres del monito, suéteres que nace como parte de la más inteligente de las reacciones posible que se pueden tener ante tal agravio: el sentido del humor. Mi amigo dice querer uno y  sospecho que quien los ponga a la venta en algún centro comercial hará tremendo negocio,  pues creo que ya somos muchos que lo luciríamos con una inmensa satisfacción…

Yo soy Panamá, como reza la canción de Osvaldo que suena en una campaña en la radio. Sí, señores, Yo soy Panamá,  porque vivo y trabajo,  no solo en este país, sino “para” el bien de este país que amo, con admiración y respeto hacia su pueblo. Bueno…  excluyamos de este afecto a corruptos, a los muy maleducados y a esos que adoran promover  las malas costumbres, pero en cuanto a todos los demás, es decir, los decentes, trabajadores, luchadores, creativos, valientes, talentosos  y los llenos de valores positivos, que quede claro: son la inmensa mayoría.

Y precisamente porque la idea inicial es ver a todos con buenos ojos, aquí se comprende que cuando alguien viene saliendo de una situación compleja de su país, llegue a Panamá acarreando lesiones emocionales en su maleta. Pero si al llegar a Panamá, opta no solo por quedarse, sino por aferrarse a la parte negativa del reto, sucede que haga lo que haga en este país, emocionalmente vivirá despegado de su entorno, o peor, irá cocinando su  rechazo al mismo.

 
Adaptarse a un nuevo país es un proceso difícil, todo aquel que tiene más de dos dedos de frente comprende que la experiencia de un inmigrante siempre es una cruzada, con mayores o menos dificultades y que nadie puede juzgar. No es nada fácil comenzar su vida en un país que no lo vio nacer ni crecer, esto lo sabemos, en mi caso, por experiencia, pero las cruzadas individuales del inmigrante no justifican el que abra una cruzada abierta contra el país que lo recibe y menos si ésta se basa en descalificar, juzgar e insultar al común de ciudadanos con fobias insustentables.

Sucede que cuando convergen la falta de inteligencia emocional y la falta de educación en alguien intolerante, la discordia está servida. Si además no le teme las consecuencias de irrespetarlo porque cree que su falta de tolerancia se puede alimentar de la tolerancia gratuita del local, ahí tenemos abuso, pero no hacia el inmigrante sino del inmigrante hacia su nuevo entorno.

En vez de irse a hacer ejercicio en la Cinta Costera o en el Parque Omar, que es gratis y muy saludable, los desequilibrados optan por sumarse al vergonzoso desfile de publicaciones “online” en contra de los panameños. Si no lo han visto o leído, considérense afortunados pues es bochornoso, vergonzoso y sobretodo, doloroso.

Lo triste es que se necesitan miles y miles de voces para que se perciba un hecho positivo pero una sola para empañar el mundo y la realidad. Y dudo que estos ciudadanos extranjeros tan mal educados y enfermos sean representativos del carácter, la educación y los valores de la mayoría de los ciudadanos de sus países de origen. Como siempre, lo negativo suele pesar mucho más en nuestro mundo y se roba el show.

Mi llamado hoy es hacia los residentes extranjeros que, como una servidora, cohabitamos en este hermoso país:

A los decentes, súmense a dar voces asertivas y constructivas sobre Panamá. Pues Panamá hoy es nuestro hogar. Demostremos que nos merecemos que lo sea.

A todos quienes vinieron de otros lares y hoy residen en Panamá, por favor, hagan que sus hijos, que quizás nazcan como panameños, algún día puedan pronunciar con orgullo el nombre de sus padres frente a otros panameños.

Mujer que llegaste de otro país, si con humildad de corazón abres tu mente, te emocionarás con la cultura propia y única de este país, cuya experiencia es un privilegio…

…y cuando los tembleques se acomoden lentamente sobre las hebras de tu cabello, sentirás la emoción de ser parte de esta familia, en vez de sentirse como aquel a quien no invitaron y de todos modos llegó a la fiesta a bailar mal…

En fin… Lo que queda claro con todo esto es que, ser ciudadano de la República de Panamá, y no caer mal en el intento, más que un simple proceso administrativo y legal, como todas las cosas importantes en esta vida, es Cuestión de Actitud.

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