No es novedad que estamos bajo el yugo mediático y pareciera que
solo haya conversación si se habla de ciertos temas…
…Si bien los temas judiciales llenan el 95% de la atención
mediática, en lo personal, hoy me preocupa lo que acontece en las redes
sociales. Éstas no son medios regulados por una directiva editorial, sino foros
de libre expresión que, últimamente, se usan como armas de destrucción masiva
en vez de ser herramientas de libertad y diálogo.
Entre varios asuntos perturbadores, en Panamá, hoy, destaca
el fenómeno que estamos viviendo alrededor del tema migratorio, tema que no
podía dejar de lado, por múltiples razones.
Mis premisas:
1. Someterse a un proceso migratorio regular, que exija un
fuerte control de tus actividades y un sinfín de garantías sobre tu
persona, para el bien de esta nación,
debiera ser, para todos, una obligación. De hecho, notemos que éste es el mismo
garante que respaldará en gran parte la seguridad del inmigrante cuando éste ya
habite el país…
2. Cumplir con lo que exija la ley para poder ser ciudadano
de este país, debería ser visto como un honor, algo parecido a ser parte de una
“lista VIP” en una fiesta importante, pues ser ciudadano implica más que papeles…
La iniciativa, a mi juicio muy mal llamada “crisol de razas”,
pudo haber tenido en su origen alguna
buena intención, pero está claro que al ponerse en marcha no aportaba un solo
beneficio real para el país. Comprendamos que haya personalidades de la vida
pública y política panameñas clamando acaloradamente en contra de la apertura
masiva que ha supuesto y supone el programa de la discordia:
En materia de seguridad -y salubridad- deberíamos tener la
guardia mucho más elevada de forma permanente, porque somos un país de tránsito, el Hub de las Américas, el país que “Une al Mundo”... que, más allá de ser un buen
titular, debiera ser una alerta de responsabilidades titánicas pues por aquí
pasa mucha gente a diario. De hecho, deberíamos estar más duchos en la materia,
porque esto viene desde antes de la historia republicana, por lo menos desde 1885,
con la inauguración el primer Ferrocarril interoceánico.
Pero hoy, los riesgos que nos conlleva ser tierra de tránsito ya son
suficientemente elevados por sí mismos;
si además le sumamos la pérdida
injustificada de filtros y controles, en un momento de auge económico, con
fuertes olas de inmigración comercial, empresarial e individual, el resultado podría ser cuando
menos un desastre.
Pero los lamentables acontecimientos que estamos viendo y
viviendo en las redes sociales en estos días, nos muestran que ya estamos en
alerta: en este caso, la alerta es de carácter socio-cultural, con un panorama
atestado de casos de estudio; Un verde pasto para sociólogos y antropólogos
amantes de la investigación de campo…
Una horrible lluvia de insultos cae a diario en pleno verano
panameño. Los causantes, apenas tres gatos -o tres gatas- pues no son más, tienen una cruzada psicótica contra la
ciudadanía de este país que los recibió, y al que se empecinan en seguir
viviendo…
Un buen amigo panameño me preguntó si sabía dónde venden los
famosos suéteres del monito, suéteres que nace como parte de la más inteligente
de las reacciones posible que se pueden tener ante tal agravio: el sentido del
humor. Mi amigo dice querer uno y sospecho que quien los ponga a la venta en algún
centro comercial hará tremendo negocio, pues creo que ya somos muchos que lo
luciríamos con una inmensa satisfacción…
Yo soy Panamá, como reza la canción de Osvaldo que suena en
una campaña en la radio. Sí, señores, Yo soy Panamá, porque vivo y trabajo, no solo en este país, sino “para” el bien de
este país que amo, con admiración y respeto hacia su pueblo. Bueno… excluyamos de este afecto a corruptos, a los
muy maleducados y a esos que adoran promover las malas costumbres, pero en cuanto a todos
los demás, es decir, los decentes, trabajadores, luchadores, creativos,
valientes, talentosos y los llenos de
valores positivos, que quede claro: son la inmensa mayoría.
Y precisamente porque la idea inicial es ver a todos con
buenos ojos, aquí se comprende que cuando alguien viene saliendo de una
situación compleja de su país, llegue a Panamá acarreando lesiones emocionales
en su maleta. Pero si al llegar a Panamá, opta no solo por quedarse, sino por
aferrarse a la parte negativa del reto, sucede que haga lo que haga en este país,
emocionalmente vivirá despegado de su entorno, o peor, irá cocinando su rechazo al mismo.
Adaptarse a un nuevo país es un proceso difícil, todo aquel
que tiene más de dos dedos de frente comprende que la experiencia de un
inmigrante siempre es una cruzada, con mayores o menos dificultades y que nadie
puede juzgar. No es nada fácil comenzar su vida en un país que no lo vio nacer
ni crecer, esto lo sabemos, en mi caso, por experiencia, pero las cruzadas individuales
del inmigrante no justifican el que abra una cruzada abierta contra el país que
lo recibe y menos si ésta se basa en descalificar, juzgar e insultar al común de
ciudadanos con fobias insustentables.
Sucede que cuando convergen la falta de inteligencia
emocional y la falta de educación en alguien intolerante, la discordia está
servida. Si además no le teme las consecuencias de irrespetarlo porque cree que
su falta de tolerancia se puede alimentar de la tolerancia gratuita del local,
ahí tenemos abuso, pero no hacia el inmigrante sino del inmigrante hacia su
nuevo entorno.
En vez de irse a hacer ejercicio en la Cinta Costera o en el
Parque Omar, que es gratis y muy saludable, los desequilibrados optan por
sumarse al vergonzoso desfile de publicaciones “online” en contra de los
panameños. Si no lo han visto o leído, considérense afortunados pues es
bochornoso, vergonzoso y sobretodo, doloroso.
Lo triste es que se necesitan miles y miles de voces para que
se perciba un hecho positivo pero una sola para empañar el mundo y la realidad.
Y dudo que estos ciudadanos extranjeros tan mal educados y enfermos sean
representativos del carácter, la educación y los valores de la mayoría de los
ciudadanos de sus países de origen. Como siempre, lo negativo suele pesar mucho
más en nuestro mundo y se roba el show.
Mi llamado hoy es hacia los residentes extranjeros que, como
una servidora, cohabitamos en este hermoso país:
A los decentes, súmense a dar voces asertivas y
constructivas sobre Panamá. Pues Panamá hoy es nuestro hogar. Demostremos que
nos merecemos que lo sea.
A todos quienes vinieron de otros lares y hoy residen en
Panamá, por favor, hagan que sus hijos, que quizás nazcan como panameños, algún
día puedan pronunciar con orgullo el nombre de sus padres frente a otros
panameños.
Mujer que llegaste de otro país, si con humildad de corazón
abres tu mente, te emocionarás con la cultura propia y única de este país, cuya
experiencia es un privilegio…
…y cuando los tembleques se acomoden lentamente sobre las
hebras de tu cabello, sentirás la emoción de ser parte de esta familia, en vez
de sentirse como aquel a quien no invitaron y de todos modos llegó a la fiesta
a bailar mal…
En fin… Lo que queda claro con todo esto es que, ser
ciudadano de la República de Panamá, y no caer mal en el intento, más que un
simple proceso administrativo y legal, como todas las cosas importantes en esta
vida, es Cuestión de Actitud.
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