viernes, 27 de noviembre de 2015

DEL MIEDO AL CAMBIO



"Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo...del miedo al cambio". Octavio Paz.


Con estas palabras, el más relevante poeta y ensayista mexicano del siglo XX nos hizo una  hermosa invitación a escoger el camino correcto y aceptar los retos que integran cambios, especialmente en nosotros mismos, como único camino posible hacia un mundo mejor.



El texto de hoy puede ser algo pesado, pero es mi dura visión de la responsabilidad social individual, en la que creo con total firmeza. Veo a la responsabilidad social individual como algo inherente a nuestra propia existencia, sin embargo no todos entienden que su existencia vaya conectada a la de los demás… Somos causa y efecto para todo, no solo en aquello que hacemos de forma consciente, también en lo que negamos o tratamos de obviar…

Ante los temas que dominan el contenido en los medios y redes en estos días, hoy deseo hablarles de la gestión del miedo y de cómo, tomando el control de nuestra acción e inacción, podemos cambiar el mundo.


El objetivo de este texto de hoy es que quienes estemos dispuestos a esforzarnos para no ser unos completos cretinos, podamos adoptar un poco de esta responsabilidad individual que, a pesar de tener poco gramaje por sí sola, sumada a la de otros puede ser la balanza que incline al mundo.
La senda del miedo ya está bastante copada por los millones de seres humanos que ahora, en este momento, están siendo o han sido atacados en forma violenta, víctimas del odio que alimenta a todos los esclavos del sistema. La violencia del ser humano no hace diferencias y por lo general conlleva que sea la sangre de víctimas inocentes la que más se vierte, indistintamente de quien o quienes sean los responsables detrás de una acción violenta y menos aún, cual sea el motivo aparente de la misma. 


Vemos vídeos en las redes que nos pretenden educar o sensibilizar en cuanto al desarrollo de los conflictos territoriales, políticos y religiosos de nuestro mundo, pero todos suelen tener un común denominador, no sé si lo han notado, pero por lo general señalan a los hombres de poder, a los líderes de facciones o gobiernos como si fueran los únicos responsables de lo malo que sucede en este mundo. Creo en la suma del esfuerzo individual como solución a los males de nuestro mundo pero claro, ello es más incómodo porque no pone a nosotros en ese “vídeo”,  no a verlo, sino a "ser" los responsables de nuestra acción o inacción para sumar o restar en este mundo…

Cuando alguien logra sobrevivir físicamente al horror, apenas comienza su difícil tarea de sobrevivir emocionalmente a esa situación que jamás eligió vivir. Y hoy son muchos quienes a diario padecen bajo los hilos de un sistema mercantilista, indecente e inmoral que rige nuestro mundo. Pero hay otro tipo de miedo, el de aquellos que pueden elegir, el de aquellos que hoy se levantaron en su cama, o en la de un cómodo hotel y se bañaron, se vistieron agradablemente y desayunaron, porque tienen salud y tienen una rutina de vida que crearon con los años, siguiendo un libre albedrío que abaratan al quejarse de su textura. Hablo del miedo que tejen los que a pesar de estar en ese contexto de libertad de elección eligen el miedo como camino, ya sea para regocijarse en el sufrimiento o bien sea para crear ideas que lleven a otros a sentirlo.

Elegir el miedo con toda libertad, pudiendo elegir otros temas en los cuales enfocar nuestra energía, nos convierte en un tóxico para el mundo.


El camino del mal es tan sofisticado y dulce que suele comenzar de forma tolerada, en la voluntad de cada uno de nosotros,  en formas que a veces ni sospechamos. Si deseamos ser agentes positivos de cambio en este mundo, o por lo menos dejar de ser contaminantes o agentes de maldad, deberemos tomar consciencia de todo lo que hacemos, decimos y omitimos. Ello incluye desde las babosadas más nimias, hasta las peores decisiones o acciones. Y difundir el miedo no es para nada inocuo. Nuestra mente actúa como un acelerador de partículas creando una bomba vírica de ideas amenazadoras, convirtiéndonos así en detestables agentes nocivos en contra del bien común. S usted no es de esos, le aseguro que alguna vez conoció a alguien experto en el arte de aterrorizar y alarmar a los demás...


Ojo, es comprensible sentir miedo. El problema es cuando lo “fabricamos” irresponsablemente:   las personas somos capaces de crear en nuestra mente situaciones terribles que ni tan siquiera han sucedido. Al hacerlo, comenzamos a vivir esas situaciones en nuestra imaginación lo cual nos pone a sufrir (por voluntad propia). La consecuencia más grave de esto no es nuestro propio sufrimiento prefabricado “per se” sino que al hacerlo, al regocijarnos en el miedo, hallamos una forma de “justificar” la evasión de nuestras responsabilidades.

Tomar responsabilidad implica algo más de profundidad que simplemente alterar la calma a nuestro alrededor. Preguntémonos si  nosotros hacemos el bien, si es suficiente lo que le regresamos a la naturaleza por todo lo que nos da, o simplemente, ¿cómo podemos dejar de ser tóxicos o nocivos?

El nihilismo en el que vivimos, esa impasividad de nuestra sociedad de consumo cuya inacción comienza dentro de los hogares, edifica las peores actitudes en nosotros… Como seres humanos que somos, necesitamos hacer algo de catarsis después de haber acumulado tensión por causa de una situación que no controlamos directamente y que de alguna forma nos afecta, (como nos sucede tras una experiencia noticiosa de un hecho terrible), pero una vez te desahogaste y recuperaste el ritmo cardíaco, es importante reconocer que la realidad es un camino de oportunidades que tienes ahora en tus manos y que puedes hacer algo útil con ella.

A veces sería suficiente pasar por el tamizador socrático o la “Teoría de los tres Filtros”. Solo con que la mayoría usáramos este filtro a diario, el mundo ya sería un lugar mejor. Pero aun así, no sería suficiente… pues no basta con “dejar de hacer lo absurdo”, también hay que “actuar en pos del bien”.


Si bien como dijo William Shakespeare, “Es  mejor  ser  rey  de  tu  silencio  que  esclavo  de  tus  palabras." en palabras de Martin Luther King, les diré que “Lo  que  más  me  preocupa, no  es  el  grito  de  los  violentos, de  los  corruptos,  de  los  deshonestos. Lo  que  más  me  preocupa, es  el  silencio  de  los  pacíficos, de  los  honestos,  de  los  buenos.” 



Hoy llegaron cientos de miles de bebés al mundo sin atisbo de racismo, avaricia o agresividad en ellos. Nosotros somos los responsables de su futuro, para bien o para mal, su futuro está en nuestras manos. Esta es una idea sencilla y terrible a la vez, que lejos de asustarnos debería darnos un amable bofetón y activar en nosotros un mecanismo de inteligencia emocional asertiva. Así sea por ellos, valdría la pena replantearnos nuestras actitudes diarias. 

Pero darse el lujo de ahogarse en el miedo cuando la situación real te brinda OPCIONES es una falta grave que pasa factura. De entrada, acarrea lesiones emocionales, pues implica perecer voluntariamente, antes siquiera de ser víctimas de una situación y a la postre, abre puertas al desastre que finalmente podría acabar por tornarse en real;  Lo que hoy solamente es un miedo, si lo repetimos como mensaje lo haremos real,  porque nuestra vida estará enfocada solo a recibir una catástrofe en vez de hacer el bien o ser útiles.

Tres pasos para un mundo mejor

¿Cuál debe ser el camino de aquellos que hoy aún podemos elegir? Les propongo resolverlo en unos cinco sencillos pasos:

1-      Comprender que “poder elegir” es un privilegio.

2-      Aceptar que los privilegios no son gratis

3-      Auto proclamarse “agente de cambio”. Tomar consciencia de “mis acciones, mis palabras, mis miradas, mis tonos de voz y también de mis inacciones, rechazando en mi vida TODO lo que está mal.”

Pero ¿qué es lo que está mal?

A grandes rasgos, ya usted lo sabe perfectamente. Aunque no sea creyente ni religioso, los principios básicos de una conducta positiva están bien claros. Podemos comenzar por ir cortando esas actitudes en las que jamás es “uno” el responsable de una situación y la “culpa” siempre reposa en terceros pues ahí comienza el mal del mundo…

Transgredir las  “normas” éticas de responsabilidad social individual más básicas puede que otorgue ciertos placeres -pensarán algunos- pero suelen ser placeres momentáneos, que se componen de la  subida y la bajada (emocional) siendo la bajada más fuerte que la subida, con lo que actúan como una droga (es algo tóxico, dependiente y destructivo)

Si cumpliéramos esos tres puntos, quien sabe, quizás estaríamos siendo lo que la naturaleza espera y necesita de nosotros…

Hay cosas que son más urgentes que otras: si deseamos ser un agente de cambio debemos desde ahora mismo dejar por completo de valorar a las personas por sus posesiones, ya sean aparentes o reales. Y dejar de valorarnos a nosotros mismos en función de nuestros logros o consecuciones materiales.

Nuestro valor, el de cada uno de nosotros, radica en lo bueno que haya en nuestra consciencia y en nuestra acción, es decir, en lo que estemos aportando al mundo. Este mundo que nos cede el espacio para existir… Revisemos nuestra capacidad de amar y “dar”, como mínimo “a esos que impactamos a diario” y a respetarlos siempre.

Alerta: la sobre valoración de lo material incluye la formación, los títulos y la profesión.
Nuestra profesión es una herramienta que debe servir para hacer el bien, desde el campo profesional o de trabajo que sea, pero no nos hace mejores ni peores. Lo mismo sucede con nuestros estudios, pues si viviéramos con valores éticos, solo veríamos la formación como un deber para mejorar la calidad de nuestra acción diaria y no como una tarjeta de presentación social. Y en el caso de que tengamos un negocio, solo seremos parte de la solución en nuestro mundo si lo basamos totalmente en una normativa ética y de sustentabilidad.

El chiste aquí es que no importa que no te importe: elegir voluntariamente no ser agente de cambio positivo, te convierte automáticamente en agente nocivo. No se salvará el avestruz de la tormenta por poner la cabeza bajo tierra…  


Para gran parte de la humanidad el dinero supone la diferencia entre vida o enfermedad, carecer de él incluso lleva a la muerte. Esto debería cesar en nuestro mundo, idea en la que cuando pregunto, todos están de acuerdo. Sin embargo, pocos desean ver que esta realidad atiende a las circunstancias que nosotros mismos hemos creado a diario y seguimos creando.

El dinero es una herramienta de intercambio, pero quienes ya lo tienen y no sufren necesidades básicas,  curiosamente suelen tratarlo muy a menudo como si fuera un objetivo de vida y crean un desbalance salvaje que lleva a situaciones extremas, tanto de abundancia como de pobreza o esclavitud.

Algunos pensarán que este análisis lleva a defender un sistema político socialista o comunista pero nada más lejos de ello. La historia nos mostró que ese TAMPOCO es el camino. Sobran los cientos de casos en que la realidad ha desmontado estos sistemas de Gobierno.

En 2015 no se trata más de derecha, ni de izquierda, tampoco de “centro”. En 2015 la política debe tratarse de un garante democrático de EQUIDAD, SOSTENIBILIDAD y RESPETO.

Y finalmente, deberemos pasar con urgencia del MIEDO al CAMBIO porque cada vez que actuamos como agente de miedo, sembramos intolerancia, desprecio o corrupción, bloqueando las posibilidades de millones de seres humanos y colocando alfombra roja al mal. Y cada vez que por miedo a enfrentar nuestras responsabilidades no actuamos o rompemos principios básicos también co-creamos el mal del mundo.

De alguna forma, la mayoría personas “comunes” estamos bloqueando un sistema que genera pobreza. Y más allá de cualquier país, el problema se extiende a escala mundial.

Del miedo al cambio, como nos dicen palabras de Octavio Paz, ese es el único camino.


No se trata de ser imprudentes, ni los más osados, se trata de ser coherentes, valientes y consecuentes, mientras tengamos la opción de serlo. Al final del día, ser parte del problema o de la solución, será, para quienes tengamos la capacidad de comprender este mensaje, cuestión de actitud.      


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