Esta era una de tantas señales de que estábamos en Adviento,
aprendiendo a esperar cosas buenas. Como construir el Pesebre (en Panamá: Nacimiento),
una obra “a todo meter” que una vez culminada, me daba la misión diaria de ir acercando a los Tres Reyes Magos de
Oriente hacia el establo… Y créanme, me aseguraba de que esos tres reyes de
barro avanzaran de verdad, así fuera un poquito cada día, hasta el 6 de enero, fecha en que ellos adorarían al niño Jesús
trayéndole Oro, Mirra e incienso como los más preciados presentes.
El Día de Reyes fue una de las fechas más importantes a lo
largo de mi infancia. Y si somos justos, el verdadero “saber esperar” me lo enseñaron
estos tres señores tan elegantes y sofisticados.
Melchor, Gaspar y Baltasar hicieron de mí una niña con más paciencia.
Acumulando emociones en ascenso hasta que llegara la noche del 5 de enero. Esa
noche, con los papás, con mis abuelos y mis tíos, con la vecinita y su hermana…
todos en la calle, con el farolito en mano, la vela prendida, todas las
familias del pueblo esperando que llegaran los Reyes Magos….
Bajo la caída de los copos de nieve no sentías el frío ya
que el corazón latía tan fuerte que hasta el gorro “pasamontañas” de lana con
la borla picaba en las mejillas. Pero como los adultos decían que hacía frío
ahí se quedaba, el gorro, la bufanda y los guantes puestos y la emoción
prendida como la chispeante vela del farolito de bienvenida que sujetabas con
ese palito metálico.
Pero no se crean, recibir los regalos de los Reyes no era
solo cuestión de dejar que pasara el tiempo del calendario, no señor, éstos se
tenían que ganar. Esto era parte de aprender que la “vida no es sencilla” y las
cosas buenas se ganan con esfuerzo, pasión y excelencia. Los requerimientos
eran básicamente tres:
1) Portarse bien durante el año (si te habías portado mal te iban a regalar
carbón de azúcar, esto era un hecho. La proporción de regalos/carbón iría en
función de qué tan bien o mal te portaste ese año. Los jueces: Los Reyes Magos,
hombres muy sabios que todo “lo saben” porque “todo lo ven”, saben incluso más que papá y mamá)
2) Escribirles una carta, dándoles razones de por qué esta
niña se “merecía” recibir los regalos. También había que definir bien los
juguetes que pedías, pues en esta vida hay que saber vender una idea y hay que
definir bien los términos de un trato. Los dibujos de apoyo ayudaban mucho. En
esta tarea el apoyo de mi papá era crucial, porque siempre fue muy bueno
dibujando y dedicándole tiempo a cosas tan súper importantes como ésta! En mi
caso, yo jugaba con ventaja. El aprendizaje era lo importante que es en esta
vida aliarse con el socio más adecuado.
3) Y por último, una tarea de alta responsabilidad relativa
al protocolo de bienvenida. En esta tarea mi aliada era mamá, quien siempre fue
una experta anfitriona, elegante y muy detallista a la hora de recibir. Tengan
en cuenta que para Sus Majestades Los Reyes Magos de Oriente, la noche del 5 de
enero era muy larga y agotadora, debían
subir muchos balcones y llegar a muchos hogares. A la postre era clave dejarles un buen sabor
para que el otro año quisieran regresar. Gracias a esta experiencia hoy
entiendo muy bien que es el CRM (Customer Relationship Management)
Pero si de personajes navideños propios de mi cultura
hablamos, el verdadero protagonista del adviento (y el que más trabajo me daba)
era el “Tió”. Ese simpático “tronco”, que tras semanas de cuidados, en la noche
del 24 de Diciembre, conocida en Cataluña como Noche de Navidad (que no
Nochebuena) recibía bastonazos al ritmo de la canción le pedíamos a gritos que
“defecara lindos regalos, turrón de almendra y de piñones y de chocolate…”
porque si no lo hacía recibiría más bastonazos. Durante todos los diciembres de
mi infancia, cuidé y alimenté diario a mi “Tió de Nadal”, manteniéndolo bien
abrigado bajo su mantita… al llegar el 24, cuanto mejor lo hubiese cuidado, más
regalitos traería!
Claro que los regalitos del “Tió” no eran regalos como los
que traían los Reyes Magos! Eran juguetes más pequeños, cariñitos varios y todos
los turrones y dulces que íbamos a comer por navidad! De él, tenemos una doble lectura: hay días que
lo veo como un plato fuerte y crudo, si en esta vida te cepillan mucho, te
traen comida, dulces y te hacen tanto caso, debes ver el contexto no sea que
todo sea un show para apalearte y quitarte todo lo que tengas de bueno… La lectura menos ceniza es la de que debes
cuidar y dar para luego recibir. Ustedes mismos!
Pero no puedo cerrar esta lista de personajes del adviento
más pedagógico del mundo, sin hablarles del “indecente personaje escondido” de
nuestro Pesebre, el toque más irreverente de la tradición, ese campesino que
está en un rinconcito haciendo sus necesidades mientras lee el periódico,
conocido por todos los catalanes como “El Caganer”. Se ha convertido en un
elemento imprescindible en todos los hogares y los venden de todos los tamaños,
colores y personajes.
Medieval, rústico e incluso escatológico, así es el espíritu
que conforma las tradiciones navideñas en Cataluña. Sorprendente para muchos,
ésta es la forma en que los Catalanes vivimos la navidad y educamos a los más
pequeños para que crezcan con creatividad, valores auténticos y con ese “Saber
esperar” que le da toda la ventaja al tigre. La impaciencia solo trae llantos y
las prisas son muy malas consejeras. Si no es a base de hábitos que nos lleguen
desde la infancia corremos el riesgo de tener que aprender estas cosas de
adulto y a base de verdaderos golpes. Es por eso que debemos vivir la navidad,
en los hogares con niños, haciendo uso de los elementos pedagógicos que ésta nos
brinde. No hablamos de comprar toneladas de regalos, ni gastar en decoraciones
costosas, eso no sirve de nada, al menos de nada bueno. Se trata de educar.
En mi tierra natal, junto al árbol, las posadas y la
decoración navideña suceden estos eventos tan “No-Globalizados” que nos hacen
ser quienes somos y cómo somos. Incomprendido o no, el conjunto conformado por
el tronco “Tió” que “defeca pequeños presentes” y el campesino que hace sus
necesidades en un rincón del Pesebre, a los catalanes nos parece algo tierno, simpático
y que merece amor, cuidado y preservación.
Y si echamos la vista al mundo más globalizado, quiero pensar
que la mascota de esa bebida refrescante que se auto-proclama la chispa de la
vida, ese supuesto primo de Santo Nicolás, que la famosa marca bautizó como
Santa Claus, aún no ha logrado barrer con las verdaderas tradiciones, al menos,
no del todo! Digo, sobre el señor de la
barba vestido de rojo -no nos engañemos- sé que lo inunda todo, Marketing es Marketing
y como profesional de tema, no lo voy a discutir (al menos no más de lo que ya
hice por hoy).
En cualquier caso, con mayor o menor entusiasmo, es en esto en
lo que andamos todos, año tras año, regresando a vivir el Tiempo de Adviento, cada
quien a su estilo, en este sancocho de tradiciones que nos tocó, tratando de ir
a tiempo, con un calendario apremiante que nos borró el 13 a toda a velocidad y
que ha escrito un imperativo 14. Lo que no es malo del todo, pues en el mundo
de hoy el tiempo es muy valioso, otra lección que nos toca asimilar y gestionar
a nuestro favor…
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