miércoles, 8 de enero de 2014

La Navidad Catalana… la dulce escuela del saber esperar

Cuando era pequeña, el adviento tenía varios elementos especiales, empezando por el calendario en cuyas casillas diarias hasta el 25 de diciembre, se escondía una sorpresa de chocolate. Un dulce premio “al saber esperar”.

Esta era una de tantas señales de que estábamos en Adviento, aprendiendo a esperar cosas buenas. Como construir el Pesebre (en Panamá: Nacimiento), una obra “a todo meter” que una vez culminada, me daba la misión diaria de  ir acercando a los Tres Reyes Magos de Oriente hacia el establo… Y créanme, me aseguraba de que esos tres reyes de barro avanzaran de verdad, así fuera un poquito cada día, hasta el 6 de enero,  fecha en que ellos adorarían al niño Jesús trayéndole Oro, Mirra e incienso como los más preciados presentes.

El Día de Reyes fue una de las fechas más importantes a lo largo de mi infancia. Y si somos justos, el verdadero “saber esperar” me lo enseñaron estos tres señores tan elegantes y sofisticados.

Melchor, Gaspar y Baltasar hicieron de mí una niña con más paciencia. Acumulando emociones en ascenso hasta que llegara la noche del 5 de enero. Esa noche, con los papás, con mis abuelos y mis tíos, con la vecinita y su hermana… todos en la calle, con el farolito en mano, la vela prendida, todas las familias del pueblo esperando que llegaran los Reyes Magos….

Bajo la caída de los copos de nieve no sentías el frío ya que el corazón latía tan fuerte que hasta el gorro “pasamontañas” de lana con la borla picaba en las mejillas. Pero como los adultos decían que hacía frío ahí se quedaba, el gorro, la bufanda y los guantes puestos y la emoción prendida como la chispeante vela del farolito de bienvenida que sujetabas con ese palito metálico.

Pero no se crean, recibir los regalos de los Reyes no era solo cuestión de dejar que pasara el tiempo del calendario, no señor, éstos se tenían que ganar. Esto era parte de aprender que la “vida no es sencilla” y las cosas buenas se ganan con esfuerzo, pasión y excelencia. Los requerimientos eran básicamente tres:

1) Portarse bien durante el año  (si te habías portado mal te iban a regalar carbón de azúcar, esto era un hecho. La proporción de regalos/carbón iría en función de qué tan bien o mal te portaste ese año. Los jueces: Los Reyes Magos, hombres muy sabios que todo “lo saben” porque “todo lo ven”,  saben incluso más que papá y mamá)

2) Escribirles una carta, dándoles razones de por qué esta niña se “merecía” recibir los regalos. También había que definir bien los juguetes que pedías, pues en esta vida hay que saber vender una idea y hay que definir bien los términos de un trato. Los dibujos de apoyo ayudaban mucho. En esta tarea el apoyo de mi papá era crucial, porque siempre fue muy bueno dibujando y dedicándole tiempo a cosas tan súper importantes como ésta! En mi caso, yo jugaba con ventaja. El aprendizaje era lo importante que es en esta vida aliarse con el socio más adecuado.

3) Y por último, una tarea de alta responsabilidad relativa al protocolo de bienvenida. En esta tarea mi aliada era mamá, quien siempre fue una experta anfitriona, elegante y muy detallista a la hora de recibir. Tengan en cuenta que para Sus Majestades Los Reyes Magos de Oriente, la noche del 5 de enero  era muy larga y agotadora, debían subir muchos balcones y llegar a muchos hogares.  A la postre era clave dejarles un buen sabor para que el otro año quisieran regresar. Gracias a esta experiencia hoy entiendo muy bien que es el CRM (Customer Relationship Management)

Pero si de personajes navideños propios de mi cultura hablamos, el verdadero protagonista del adviento (y el que más trabajo me daba) era el “Tió”. Ese simpático “tronco”, que tras semanas de cuidados, en la noche del 24 de Diciembre, conocida en Cataluña como Noche de Navidad (que no Nochebuena) recibía bastonazos al ritmo de la canción le pedíamos a gritos que “defecara lindos regalos, turrón de almendra y de piñones y de chocolate…” porque si no lo hacía recibiría más bastonazos. Durante todos los diciembres de mi infancia, cuidé y alimenté diario a mi “Tió de Nadal”, manteniéndolo bien abrigado bajo su mantita… al llegar el 24, cuanto mejor lo hubiese cuidado, más regalitos traería!

Claro que los regalitos del “Tió” no eran regalos como los que traían los Reyes Magos! Eran juguetes más pequeños, cariñitos varios y todos los turrones y dulces que íbamos a comer por navidad!  De él, tenemos una doble lectura: hay días que lo veo como un plato fuerte y crudo, si en esta vida te cepillan mucho, te traen comida, dulces y te hacen tanto caso, debes ver el contexto no sea que todo sea un show para apalearte y quitarte todo lo que tengas de bueno…  La lectura menos ceniza es la de que debes cuidar y dar para luego recibir. Ustedes mismos!

Pero no puedo cerrar esta lista de personajes del adviento más pedagógico del mundo, sin hablarles del “indecente personaje escondido” de nuestro Pesebre, el toque más irreverente de la tradición, ese campesino que está en un rinconcito haciendo sus necesidades mientras lee el periódico, conocido por todos los catalanes como “El Caganer”. Se ha convertido en un elemento imprescindible en todos los hogares y los venden de todos los tamaños, colores y personajes.

Medieval, rústico e incluso escatológico, así es el espíritu que conforma las tradiciones navideñas en Cataluña. Sorprendente para muchos, ésta es la forma en que los Catalanes vivimos la navidad y educamos a los más pequeños para que crezcan con creatividad, valores auténticos y con ese “Saber esperar” que le da toda la ventaja al tigre. La impaciencia solo trae llantos y las prisas son muy malas consejeras. Si no es a base de hábitos que nos lleguen desde la infancia corremos el riesgo de tener que aprender estas cosas de adulto y a base de verdaderos golpes. Es por eso que debemos vivir la navidad, en los hogares con niños, haciendo uso de los elementos pedagógicos que ésta nos brinde. No hablamos de comprar toneladas de regalos, ni gastar en decoraciones costosas, eso no sirve de nada, al menos de nada  bueno. Se trata de educar.

En mi tierra natal, junto al árbol, las posadas y la decoración navideña suceden estos eventos tan “No-Globalizados” que nos hacen ser quienes somos y cómo somos. Incomprendido o no, el conjunto conformado por el tronco “Tió” que “defeca pequeños presentes” y el campesino que hace sus necesidades en un rincón del Pesebre, a los catalanes nos parece algo tierno, simpático y que merece amor, cuidado y preservación.

Y si echamos la vista al mundo más globalizado, quiero pensar que la mascota de esa bebida refrescante que se auto-proclama la chispa de la vida, ese supuesto primo de Santo Nicolás, que la famosa marca bautizó como Santa Claus, aún no ha logrado barrer con las verdaderas tradiciones, al menos, no del todo!  Digo, sobre el señor de la barba vestido de rojo -no nos engañemos-  sé que lo inunda todo, Marketing es Marketing y como profesional de tema, no lo voy a discutir (al menos no más de lo que ya hice por hoy).

En cualquier caso, con mayor o menor entusiasmo, es en esto en lo que andamos todos, año tras año, regresando a vivir el Tiempo de Adviento, cada quien a su estilo, en este sancocho de tradiciones que nos tocó, tratando de ir a tiempo, con un calendario apremiante que nos borró el 13 a toda a velocidad y que ha escrito un imperativo 14. Lo que no es malo del todo, pues en el mundo de hoy el tiempo es muy valioso, otra lección que nos toca asimilar y gestionar a nuestro favor…

Al final del día, hacer de la Navidad un tiempo de Paz y Amor no dependerá de ninguno de los citados, sino que como todas las cosas importantes de la vida, es cuestión de actitud.

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