miércoles, 9 de abril de 2014

S.O.S - REBELDES CON CAUSA

La reflexión de hoy es algo delicada porque se basa en un tema que actualmente aqueja a un colectivo especial de inocentes: aquellos niños y niñas que sufren de ciertos grados de desatención en la mal llamada “sociedad del bienestar” del siglo 21. Este es uno de los tabúes que tenía ganas de romper desde hace tiempo con la esperanza de aportar en positivo y nada más.  



La rebeldía infantil, según los expertos, especialmente cuando se torna en una pauta habitual de reacción, se considera un trastorno de la conducta. Si bien parece ser un tema incómodo de ahondar para los papás y mamás, a juzgar por lo que me han compartido últimamente maestros, psicólogos e incluso médicos, que lo viven a diario, esta problemática constituye un verdadero reto comunicacional con los acudientes de estos menores, mal que -según parece- deriva de una curiosa alienación de los adultos con su propia realidad…

En general, se suele hacer un mal uso del concepto de rebeldía, lo que amplía el espectro de dudas favoreciendo aún más que se le dé la espalda a la realidad. En sí mismo, el “vocablo” define algo que no es saludable y que necesita corrección, ya que aleja al individuo de su bienestar.

A menudo se usa el nombre de este trastorno (rebeldía) para describir actitudes de lucha a favor de una transformación positiva de alguien, pero suele tratarse de adultos y aún así, el término no termina de ser del todo correcto.

Alguien que goza de equilibrio mental y observa la necesidad de corregir o cambiar una situación injusta, si trabaja para lograr ese cambio, en un proceso que no sea lesivo -sino constructivo-, definitivamente, no podemos llamarlo Rebelde. Habrá otros términos como “pacifista”, “ecologista”, “justo”, “honrado”, “valiente”, “héroe”, “voluntario”, “ejemplar”, “líder”…que serían  más adecuados. Seguro que todos entenderemos que si alguien desea cambiar una realidad, pero lo hace bajo un código de valores universales y con respeto al prójimo, no lo hace como producto de un trastorno, sino más bien debido a una sana madurez.


Siendo así, les ruego que no usemos a la ligera la palabra Rebelde para describir algo admirable ya que por un lado mermamos injustamente la imagen de este ser humano de buena voluntad, pero por otro lado, eliminamos carga de responsabilidad hacia las verdaderas víctimas de este trastorno. Y he aquí donde se acentúa mi preocupación y la necesidad de compartirles este texto, en el que voy a tratar de resumir qué está sucediendo, porqué y cómo podemos tomar conciencia al respecto. Si me permiten hacer un uso eufemístico del vocablo, mi actitud de hoy sería la de “rebelarme” contra una realidad que aqueja a inocentes.

 
La rebeldía como manifestación de trastornos de la conducta, es algo muy serio y más recurrente de lo que según parece estamos dispuestos a admitir. De no ser atendida a tiempo, puede llevar a la adicción a las drogas o al alcohol, incluso, según los expertos, a la psicopatía, en lo que sería el proceso de “fabricación” de un asesino. Pero antes de que se llegue a puntos de difícil retorno, sobre todo cuando el ser humano está aun dentro de su etapa de desarrollo infantil temprano, la primera víctima de su propia rebeldía suele ser él mismo (o ella misma).
 

El cine nos ha mostrado a rebeldes inolvidables, algunos con más causa que otros, muchos de ellos en cierto modo entrañables porque su problemática en la trama del film nos despertaba sentimientos de admiración y de protección. Si consideramos que estos personajes conectaron emocionalmente con el público y en algún caso se tornaron en verdaderos iconos, definitivamente es que algo cautivador había en ellos.

 
Entre los famosos “sin causa”, el más icónico sin duda fue Jimmy Stark, el inolvidable personaje encarnado por James Dean, que junto a una joven Natalie Wood, nos mostró al adolescente con incomprensibles turbulencias emocionales, crisis de identidad y serias dificultades para controlar su actitud. Sin embargo, como delataba el título del film, “Rebelde sin causa”, nos presenta una rebeldía que aparentemente no atendía a ninguna causa identificable. Esto por supuesto facilitaba convenientemente el que sólo se lo tuviera que señalar a él como “primer y último” responsable de su conducta. La película, de 1955, nos muestra cómo la actitud revoltosa y “conflictiva” de Jim,  lo lleva a tenerse que mudar en varias ocasiones con su familia, porque la comunidad rechazaba a alguien “así”…  La familia Stark pues, era víctima de Jim y no al revés.

 
¿Sería hoy la experiencia de Jim sería distinta? Vivimos en un mundo muy  seccionado en estratos socio-económicos, cuyos segmentos más desfavorecidos y en riesgo social suelen conformar las mayorías. Ello puede camuflar fácilmente a todos esos niños y niñas que en sus hogares tienen vivienda, trabajo, estudios y oportunidades, pero que sufren trastornos derivados de la falta de afecto.


Nace así, una creciente –por ahora- minoría que sin embargo, cómo nos alertan los expertos, sus casos han crecido en la última década, entre las clases media y media-alta, popularizando algunos trastornos de la conducta hasta llegar incluso a ser banalizados. Me explico: por grave que sea, hoy se ha tornado en algo “normal” señalar que un niño es “hiperactivo”, que sufre DDA o que es “muy rebelde”. Se culpa irónicamente a la televisión, a la tecnología y a la inevitable necesidad de trabajar muchas horas fuera del hogar que nos “exige” el mundo actual, pero todo suena (y perdón por mi francés) a una gran patraña.

 
Nuestros niños y niñas de la clase media trabajadora, según parece, no son víctimas de la televisión, sino de que en sus hogares sea algo normal ponerlos a ver televisión en vez de jugar, pasear, ir al parque. Nuestros niños y niñas no son víctimas de la tecnología, sino que en vez de sacrificar el ocio adulto, suele obligarse a los niños a soportar una agenda diseñada para adultos, algo que soporta “bastante” si conectas al chiquillo a un “tech device” ya que así se aliena y sobre todo “no molesta”.   

 
Quizás, Jim necesitaba otro tipo de oportunidades, pero los Jimmys de hoy, sufren la “aceptación”, un arma de doble filo que curiosamente se torna en su jaula, un impulso diario para acrecentar su transtorno hasta que éste se vuelve “insoportable” o “peligroso”.

Está demostrado que la escasez de afecto y de verdadero respeto hacia el niño o adolescente, (algo que incluye la creación de hábitos, obligaciones, horarios, y un claro sentido de la consecuencia en la disciplina propia y ajena) lleva al pequeño a sufrir serios trastornos de la conducta. Los expertos no paran de recordarnos que la conflictividad familiar que conlleva la existencia manifiesta de discrepancias, hostilidad, agresividad, distanciamiento afectivo de la pareja, etc. es causa frecuente de múltiples problemas emocionales y adaptativos de los niños y adolescentes. Los llamados síntomas comportamentales de los diversos síndromes infantiles se clasifican como sigue, a notar que el punto 6 nos lleva de regreso al tema de hoy:

1.      Déficit: Inhibición y pasividad relacional. Timidez.

2.      Exceso: Agresividad e ira, comportamientos disruptivos o disociales.

3.      Conductas sustitutivas: alcohol y drogas.

4.      Búsqueda de compensaciones afectivas fuera del hogar (pandilla, sexo, etc.).

5.      Problemas con las figuras de autoridad.

6.      Rebeldía

7.      Baja integración escolar y problemas de rendimiento.

¿Será que Jim creció con falta de amor en las paredes de su hogar?

¿Será que en su casa no había un sentido real de la consecuencia entre el discurso de los adultos y las actitudes de los mismos?

¿Será que entre los miembros adultos había agresividad? No olvidemos que la agresividad no solo son golpes o maltrato físico, existe la peligrosa agresividad pasiva que puede llegar a la destrucción total del autoestima o auto valoración de un adulto.

 
En fin, nunca lo sabremos en realidad, pero si es cierto que al conocer el amor de Judy (Natalie Wood), todo cambió… Si bien la película no nos da un “Final Feliz”  (por si se animan a verla no voy a dar más detalles) lo que está claro es que, una vez más, nos muestra la importancia del amor, lo que refuerza -al menos en parte- mi teoría de que la actitud de los “Jimmy Stark”, SI TIENE CAUSA.

Ellos son parte de nuestra realidad actual, de hecho están en mayor actualidad que nunca, y quisiera animarles a ver que no son “un problema”, señores, ELLOS/ELLAS son quienes lo “tienen” y “viven” con los  problemas que les han creado desde afuera. Esto les hace sufrir.

En las escuelas, los maestros, o en las familias, los adultos responsables de los menores, pero a todos nos toca observar esta posibilidad. Alerta cuando oigamos que “Este niño es muy rebelde” “tiene muy mal comportamiento”, etc… Son las frases que nos deberían abrir los ojos y darnos la valentía de entender que la Rebeldía no es una actitud voluntaria de un ser en pleno desarrollo infantil temprano, sino un aviso, un claro trastorno de su conducta con indudables causas que lo han originado. Solo detectando el origen de su actitud, la raíz del problema, podremos ayudar al pequeño “rebelde” a ser más feliz. Y entiendo, tras lo que nos advierten los verdaderos expertos en el tema, que tenemos el deber de observarlo y trabajar en cambiar los “elementos causantes” para ayudarlo a tiempo, antes de que el drama de esa personita sea irreversible o llegue a la adolescencia con total inadaptación, como Jim.

 
Si bien ahora se trabaja desde la psicología infantil y familiar, por años se consideró en medicina que la Rebeldía era una enfermedad psiquiátrica. Esto podría explicar que la película “Rebelde sin causa” esté inspirada en una publicación de un doctor en psiquiatría. Si bien el libro original no relata la misma historia, porque describe el perfil de un psicópata asesino, es decir, que la historia matriz describe a alguien diferente al protagonista de la historia cinematográfica. Pero quieran o no, de algún modo nos pone en alerta esta conexión entre la falta de afecto y de responsabilidad del entorno familiar y las graves consecuencias que ello puede acarrear en el futuro de esa persona.

 
En cualquier caso, hacer de un rebelde sin causa, un ser amado, reconociendo que le sobran los motivos para actuar de forma preocupante y que está en nuestras manos ayudarlo, será, como todas las cosas verdaderamente trascendentes en nuestra vida, cuestión de actitud.

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